10.¿Cómo una vida podía cambiar tanto?

¿Cómo una vida podía cambiar tanto de la noche a la mañana? Había muchas cosas que se me escapaban, muchas, no las recordaba o mi mente las había escondido, no sabía si para evitarme un mal trago. Al llegar a España tendría que enfrentarme a recuerdos, a situaciones, que no sabía si sería capaz de asumir. Haberme quedado sin trabajo me agobiaba. No estaban las cosas demasiado bien como para encontrar otro como el que había tenido hasta ahora, iba a resultarme difícil, pero esperaba encontrar algo en los próximos meses. Yo seguía siendo de esas personas que aún creían que el trabajo dignificaba, fuera cual fuera, incluso el no remunerado. Ahora conocía a gente que pensaba que lo que realmente dignificaba era el dinero que uno recibía a fin de mes, eso quería decir que las personas que hacían una labor sin recibir nada a cambio, no eran dignas, y en eso no podía estar de acuerdo nunca. ¿Cuántas personas se habían quedado sin trabajo, sin familia, literalmente en la calle por culpa de esta crisis que parecía no tener fin? Las estadísticas metían miedo. Trabajo había, sólo hacía falta recorrer una ciudad para ver cuántas cosas habría que arreglar y hacer, el problema era que no había dinero para pagar ese trabajo, o eso nos decían. Lamentaba enormemente asomarme a ese pozo enorme y a esa desolación que parecían no tener fin y no poder dar una solución. A los políticos se les pagaba por conseguir que las cosas marchasen bien, por sacar adelante proyectos que solucionasen los problemas de los ciudadanos, realmente si no eran capaces de dar esas soluciones deberían irse y no cobrar, sería lo digno, lo esperable, lo que nos exigían a los demás, pero no era así. Ocho años en el gobierno, a continuación asesores de grandes empresas cobrando unos sueldos que no se merecían y que a más de uno deberían sacarle los colores, y una jubilación millonaria. Era triste pensar que fuera cual fuera el color del partido que estaba en el gobierno las cosas seguían igual. Cansados los ciudadanos de aguantar tonterías y viendo como todo por lo que se había luchado: un trabajo digno, un salario digno, una casa digna, una sanidad digna, una enseñanza digna y una pensión digna caían como un castillo de naipes bajo el soplo de malos gestores que sólo pensaban en su interés particular.

-¿En qué piensas?

La voz de Sergio me devolvió a la realidad del avión. Me acurruqué en él, necesitaba su calor.

-En el trabajo.

-No pienses ahora en eso. Cuando lleguemos a casa ya arreglaremos todos los papeles y ya analizaremos el problema. Ahora descansa, no te conviene estresarte.

Nos besamos, y al cabo de un rato me quedé dormida en su abrazo, me sentía cómoda con él. Cuando desperté nos estaban avisando para comer. El viaje transcurrió sin novedad, muchas horas volando, pero esta vez había conseguido dormir bien, quizás la tranquilidad que me daba el tener a Sergio a mi lado. Iba un poco triste por lo que dejaba atrás pero prefería no pensar en eso, tampoco tenía ganas de pensar en lo que el futuro iba a depararme, quizás también por esto el sueño había sido  reparador.

Durante todo el vuelo Sergio había ido dándome mimos como si fuera una niña pequeña, pero estaba tan cansada que no me importó, necesitaba su cariño, así que me dejé querer.

Después de aterrizar fuimos a recoger las maletas. Estábamos en España, en casa, y me sentía extraña. Mientras esperábamos, sentí que el mundo se abría bajo mis pies, me agarré a Sergio para no perder el equilibrio. Demasiadas imágenes aparecían y se agolpaban de pronto en mi cerebro. No llegué a perder el conocimiento, sentía el abrazo de Sergio, no sólo el del cuerpo, también sujetaba mi alma, ahora lo sabía, mis recuerdos, mis sentimientos, mis sensaciones lo envolvían, nos envolvían.

-Vamos a sentarnos mientras esperamos.

Su voz seguía calmada, profunda. Nos acercamos a un banco cercano y allí estuvimos unos minutos. Sergio acariciaba mi mejilla. Cuando sintió que me había relajado un poco tomó mi mano entre las suyas y la besó.

-Tranquila, todo va a salir bien.

Me quedé sentada observando cómo se dirigía a la cinta que transportaba nuestras maletas y las recogía subiéndolas a un carrito, venía sonriendo hacia mi.

-¡Vamos! ¡Estás guapísima!

Le sonreí, me levanté, puse mis manos a continuación de las suyas en el carrito y apoyé mi cabeza en su hombro. Caminamos juntos, pasamos el control, las puertas se abrieron y localicé a mi madre a lo lejos, esperándonos. El miedo había pasado ya, una sensación de paz amainó mi espíritu. Ahora, por fin, sentía que estaba en casa.

3 comentarios sobre “10.¿Cómo una vida podía cambiar tanto?

  1. Es agradable la historia acabo de encontrarte Talara y me gusta lo que haces!! Felicidades
    Despiertas el interés en la lectura, utilizas twitter de forma creativa y además nos llenas de una historia romántica y cotidiana.
    Seguiré tus pasos 😉👏😊
    Saludos y a tus órdenes !!

    1. Muchísimas gracias por dejar tu comentario. Perdón por el retraso en la respuesta. Espero que sigas a mi lado y seguir atrapándote semana a semana. Un abrazo!!!

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