En una semana estaríamos ya viajando hacia España, habíamos ido al hospital y me habían dado definitivamente el alta, y con ella un resumido historial para que mis médicos supieran qué me había ocurrido, qué me habían hecho, qué medicamentos había tomado y siguieran un poco mi evolución..
Emily había sacado los billetes de avión y sólo quedaba intentar aprovechar el tiempo restante al máximo, sobre todo pensando en lo poco que había visto Sergio. Así que hicimos pequeñas incursiones en la ciudad y sus suburbios para que se familiarizara con la manera de vivir. Algún picnic en campos cercanos a la playa, algún baño relámpago y una pequeña fiesta familiar que Emily nos había preparado haciendo caso omiso de nuestras quejas: sus padres, algún vecino y Thomas y Lucy, que habían estado muy preocupados por mi, y a los que no podía dejar de agradecer su amistad y su cariño, habían sido los invitados. Pese a que Emily los había advertido, Lucy no pudo evitar hablar del momento en el que casi nos matan por mi culpa. Entendí por fin que para Lucy yo era un estorbo y que preferiría no haberme conocido. Thomas se disculpaba una y otra vez, sobre todo al ver mi cara de asombro a medida que ella iba contando la historia que yo había olvidado y ahora aparecía en mi cabeza como si fuese una pesadilla que no terminaba de comprender.
-Thomas, gracias por haber luchado por mi y haberme mostrado tu cariño incondicional aún a riesgo de perder algo tuyo.
Me abrazó con fuerza.
-Ha sido un placer conocerte y estar a tu lado, no tienes la culpa de nada de lo que ha sucedido. Lucy está celosa desde que te conoció, pero no se lo tengas en cuenta.
-No lo haré. Gracias, de corazón. Eres un encanto.
Al día siguiente, muy temprano, partiríamos a Sydney con Emily y de allí a España sin ella. Estaba nerviosa y no podía disimularlo. Los padres de Emily me regalaron una piedra, a modo de colgante, pintada por los aborígenes, puntos de colores formando un corazón.
-Es preciosa, gracias. Gracias por todo, habéis sido como mis padres, no sé cómo podré agradeceros tanto cariño.
-¡Regresando! Nos ha encantado verte Talara. Emily te echará de menos y nosotros también.
Esa última noche Sergio durmió solo. Cuando todo el mundo se había marchado ya, Emily y yo nos pusimos a charlar tumbadas en un sofá, intentando recordar.
-Pensé que te perdía, Talara. No puedo quitarme de la cabeza el momento en el que te desmayaste. ¡Qué miedo pasé! Estabas blanca, la mirada perdida, no reaccionabas a nada. La ambulancia llegó pronto y me dejaron ir contigo. Temblaba pensando que no te despertarías. Mientras estuvieron los médicos reanimándote, no fui capaz de llamar a nadie. Cada vez que me enfrentaba al teléfono empezaba a temblar. Salieron a decirme que estabas con vida, pero que había que esperar 48 horas a ver si te despertabas. Me dejaron entrar un momento en tu habitación para ver si me tranquilizaba. Acaricié tu mano con miedo a desconectar algún aparato, me senté a tu lado y la besé, rogando a quien fuera que escuchase que no te dejara ir, las lágrimas bajaban por mis mejillas y humedecían tu mano aún atrapada entre mis dedos. Estaba muerta de miedo, todo pasó tan deprisa que no sabía qué pensar. Mi madre tomó el primer avión a Alice Springs para poder estar conmigo. Esos dos días me parecieron una eternidad, una pesadilla. Fue mi madre la que habló con la tuya, yo no tenía fuerzas. Estabas en coma y esperaban que en algún momento pudieras despertar. Conseguí en unos días que te trasladaran a Adelaide y ahí pude estar un poco más tranquila, apoyada por los míos. El día que despertaste Sergio acababa de llegar. ¡Dios mío! ¡Pensaba que no te iba a recuperar!
Estuvimos hablando casi toda la noche hasta que el sueño se adueñó de nosotras y alguien vino a taparnos para que no cogiésemos frío.
Aterrizamos en Sydney en hora. Volví a sentir la misma sensación que había tenido la primera vez que aterricé en Australia. Sonreí, mi cerebro no funcionaba tan mal a pesar de todo. Me acurruqué en Sergio por un lado y en Emily por el otro.
-Os quiero tanto a los dos. Emily no sabes el daño que me hace pensar que quizás no volvamos a vernos.
-Pues no lo pienses. En cuanto pueda, ten presente que iré a veros. Tengo muchas ganas de volver a España.
Emily nos llevó de nuevo, pero esta vez en taxi, a dar una vuelta por la Ópera y el puente, para que Sergio siguiera maravillándose de Australia. Curiosamente yo aún la recordaba, y nuestro paseo también, igual que la espectacular visita a las Blue Mountains. Sergio estaba como aturdido, entre unas cosas y otras le estaba llegando más información que la que un cerebro normal podía gestionar en tan poco tiempo. Días maravillosos de sol ensombrecidos en un momento por una enorme cortina de lluvia inesperada y pasajera, pero Sydney era así: plácido en un momento y tormentoso en el siguiente. Hicimos la visita obligada a las galerías Victoria, donde aprovechamos para comprar algún regalo y algún recuerdo para nosotros, Sergio seguía fascinado. Visitamos un poco la ciudad, los parques, las calles, el muelle, lo que nos dio tiempo en un día y medio.
Emily nos acompañó en taxi al aeropuerto, ella se quedaría en Sydney por cuestiones de trabajo un par de días más. Las dos estábamos tristes, yo no podía parar de llorar y sabía que estaba preocupando a Sergio. Nos despedimos con un fuerte abrazo. No queríamos soltarnos la una de la otra, siempre nos habíamos sentido bien juntas y ahora estábamos más unidas que nunca.
-Te escribiré y hablaremos por teléfono. Quiero saber cómo evolucionas. Llámame siempre que quieras y me necesites. Te quiero. Cuídate mucho, por favor.
No podía articular palabra, asintiendo con la cabeza me separé de ella en dirección al control, cuando ya estaba a punto de tocarme pasar, volví sobre mis pasos.
-¡Emily!
Corrimos la una hacia la otra con los brazos abiertos. Casi no podía ver, las lágrimas me lo impedían, me abracé a ella largo tiempo, sintiendo su cariño, sintiendo cada latido de su corazón, sintiendo que éramos una, sintiendo que parte de mi se quedaba en ella y parte de ella se quedaba en mi. Mi alma en su alma, mi vida en su vida, mi recuerdo en su recuerdo. Qué curiosa la memoria que nos hacía recordar lo que quería y como quería. Recordaba momentos, sentimientos, pero sobre todo recordaba sensaciones.
-Gracias por todo Emily. Te quiero.
Esta vez ya no miré atrás al irme, ni al pasar el control, no podía, el dolor de la despedida me comía por dentro, me vaciaba, sabía que nunca volvería a encontrar en nadie la amistad que había encontrado en ella.
ALEX RUIZ Lo conseguiste una vez más. Me identifico en el capítulo. Has conseguido k relea este capítulo y le has dado una vuelta de tuerca al relato/libro. !!!Magnífico Talara !!! Esperando volver a leerte. 😘😘🌹🌹
Gracias, Alex!!! Eres un sol!!! Y siempre me animas a seguir!!! Besiños y perdón por el retraso al contestar