Acabábamos de aparcar en Grange. La entrada al aparcamiento estaba rodeada de palmeras. Antes de entrar en el jetty había un bar con una terraza en la que alguna vez ya habíamos entrado a tomar algo. Llegamos hasta el final del jetty, el banco estaba ocupado por los aparejos de pesca de varias familias. El día era magnífico, el mar brillaba y el sol me daba en la cara, una sensación que hacía tiempo no sentía y que recordaba perfectamente. Al volverme hacia Emily vi, en la playa, el grupo de casas antiguas que caracterizaba Grange y vinieron a mi mente sensaciones de haber estado anteriormente.

-¡Mi playa favorita! Ahora recuerdo, Emily. hemos estado varias veces por aquí, el jetty, los restaurantes, las palmeras, lo recuerdo todo y con una sensación muy agradable.

Abrí mis brazos al cielo y después los abracé a los dos.

-¡Gracias! ¡Gracias por permanecer a mi lado!

-Talara, por Dios, vas a hecerme llorar.

Regresamos hacia el bar que estaba pegado a la playa y allí comimos, respirando aire puro. Sergio estaba emocionado. Llevaba un par de semanas por estas tierras pero no había visto nada.

-Voy a coger los billetes para ir a la isla y voy a reservar las habitaciones en el hotel.

Mi excitación iba en aumento, estaba encantada de haber salido por fin del hospital y de regresar a casa de Emily. En cuanto abrimos la puerta Spike vino como un loco hacia mi, moviendo el rabo, dando saltos, lamiéndome, dando vueltas, rodeándome, y vuelta a saltar, no se separaba de mi lado, era como si supiera perfectamente lo que me había ocurrido.

-¡Spike!

Había recordado su nombre sin necesidad de que nadie me lo apuntara, eso había sido una muy buena señal. Lo acaricié como pude, pues no paraba de moverse y dar vueltas, ladrando y saltando, moviéndose sin parar hasta que me caí de culo y se puso encima, lamiéndome la cara.

-Para, por Dios, Spike, para, déjame ya.

Conseguí con esfuerzo ponerme en pie e ir a saludar a los padres de Emily que esperaban riéndose.

-Nos alegramos de verte tan bien. Estuvimos muy preocupados por ti. Os hemos preparado la habitación. ¡Bienvenidos, de nuevo! Dame un abrazo, anda.

La madre de Emily, Carmen, era muy cariñosa, me abrazó aplastándome contra su pecho de tal manera que casi me corta la respiración.

-Vas a ahogar a la niña, déjala ya, mujer.

Ahora era su padre el que me abrazaba.

-¡Bienvenida!

Volví a recordar que uno nunca está mejor que en medio de los brazos de las personas que le quieren. Me sentía tan querida que no sabía cómo podría devolverles tanto cariño.

Esa noche dormí fenomenal, no así Sergio, seguía preocupado, se lo notaba.

Por la mañana Emily nos recibió emocionada en el jardín, había preparado un magnífico desayuno.

-En dos días nos vamos a Kangaroo Island. Ya he reservado todo. Prepárate Sergio a disfrutar con nosotras un magnífico viaje, es una isla muy representativa, no quiero adelantarte nada, prefiero que lo disfrutes cuando lo tengas delante.

Esos días Sergio no paraba de hablar con España intentando arreglar todo para mi vuelta, en un par de semanas tendríamos que regresar, pero yo no quería pensar en eso todavía, quería vivir el ahora, el momento, intentar recordar lo máximo posible de mi estancia aquí. Emily no había querido enseñarme las fotos de nuestro viaje juntas a la isla, prefería ver nuestra reacción al llegar.

Salimos temprano de casa, Emily conducía, yo iba detrás relajada, intentando reconocer los paisajes. Llegamos a tiempo a coger el ferry, el viaje lo hicimos fuera, disfrutando de la buena temperatura, las vistas, el sol en la cara… Al atracar y bajar del barco con el coche un montón de imágenes comenzaron a agolparse en mi cabeza. Cuando bajamos del coche, delante del hotel, el mismo al que habíamos ido la vez anterior, me agarré a la cintura de Sergio.

-Te va a encantar, ya verás.