9.Cuando llamé a Emily…

Cuando llamé a Emily para decirle que por fin me había decidido a ir, casi me deja sorda por su emoción, terminamos las dos gritando como niñas.

-¡¡¡¡¡¡Ahhhhhhhhh!!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡Bien!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡Fantástico!!!!!!!

-Estoy pasando un mes en Sidney por cuestiones de trabajo pero nos viene fenomenal para tu toma de contacto con este país, ¡¡¡te encantará!!! ¡¡¡Nos vamos a divertir!!! ¡Estoy deseando verte! Llámame para decirme el día y la hora a la que llegas, intentaré ser yo la que te vaya a buscar al aeropuerto. ¡¡¡¡Ahhhhhhhhhhh!!!! I love it!!!! Yo me encargo de pasearte y enseñarte esto. ¡¡¡¡Estoy emocionada!!!!

Siempre habíamos sido un poco las dos caras de la misma moneda, ella siempre positiva y yo un poco negativa, pero su habilidad para sonreír y contagiarme su optimismo era tal que juntas podíamos conquistar el mundo. Esta vez había pasado lo mismo, mi tristeza, mi desgana, mi desilusión, habían desaparecido. ¡Por fin  volvía a sonreír! Ni Sergio ni mi madre daban crédito al cambio, ahora empezaban a ser conscientes de lo importante que esto iba a ser para mi.

Poder seguir trabajando también me tranquilizaba, era una ayuda económica grande y me hacía sentir viva de nuevo. Qué importante era el trabajo, no sólo por los ingresos y por poder mantener la independencia, también por la satisfacción personal que daba poder dedicarte a lo que te gustaba, bueno, ese era mi caso y el de Emily, las dos habíamos podido estudiar lo que queríamos y las dos también habíamos podido dedicarnos profesionalmente a ello. Sabía, por desgracia, que ese no era el caso de muchos de nuestros compañeros de promoción, algunos en paro, otros habían tenido que aceptar trabajos en los que su capacidad no se veía valorada, y muchos otros habían tenido que emigrar, cambiar de país a cambio de una vida más o menos digna: camareros en Inglaterra, jardineros en Alemania. Se había convertido en una cuestión de supervivencia, o quedarse en casa de sus padres sin posibilidades de trabajar con un sueldo aceptable, o un horario digno, o dejarlo todo, abandonar todo e irse a la aventura, con fe en poder un día regresar y trabajar aquí, en su país. El tener la posibilidad de trabajar fuera era maravilloso, poder irte si quieres, pero dejarlo todo porque no te queda otro remedio para sobrevivir, era lo más triste. Nos habían prometido que si estudiábamos, si nos preparábamos el mundo sería nuestro, y muchos tuvieron que conformarse con ser esclavos de sus jefes, aguantar horas de más a cambio de malas palabras…Alguno también conocía que trabajaba durante 12 horas en alguna sucursal bancaria con un sueldo mínimo, y sabiendo que la empresa había tenido unas ganancias millonarias. Otros en la universidad seguían de becarios, luciendo algunas canas en sus cabezas privilegiadas a penas cobrando un sueldo que no les llegaba para pagar la luz a final de mes. Los que más suerte habían tenido eran los que habían podido continuar con la investigación en Estados Unidos, Canadá, Alemania… Tenía amigos que habían dejado de estudiar o habían hecho algún tipo de formación profesional y alguno había corrido mejor suerte,  siendo contratados por empresas que los trataban más o menos bien, o convirtiéndose en funcionarios.

Pero la suerte de momento me sonreía, iba a emprender una aventura que estaba segura cambiaría mi vida. Después de todo, el haber pasado tan malos momentos  iba a dejarme buen sabor de boca. Estaba deseando irme.

 

2 comentarios sobre “9.Cuando llamé a Emily…

Responder a Alex Ruiz Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.