15.El viernes cogimos un Ferry

 

El viernes cogimos un Ferry en Cape Jervis, situado a unos kilómetros de Adelaide, que nos dejó en Panneshaw. Nos acompañaron en la travesía varios delfines.

En el lado opuesto de donde nos había dejado el barco se encontraba nuestro hotel, rodeado de un pequeño bosque. Vinieron a recibirnos un par de canguritos, sus madres habían muerto atropelladas cerca. El recepcionista nos avisó:

-Tened cuidado con el coche, hay gente que va muy rápido, la mayoría de pistas son de tierra y se frena muy mal, al anochecer cruzan los canguros y muchos mueren atropellados.

-Lo sé, vengo a menudo por aquí y me los he cruzado varias veces, la verdad nunca me pasó nada. Gracias de todas formas por la información. Vamos, hay mucho que ver. Te voy a llevar a una de las mejores vistas de la isla.

No tardamos mucho en llegar al Admirals arch, un puente natural con estalactitas creado por siglos de erosión en el que pudimos ver a los leones marinos que vienen de Nueva Zelanda. Reíamos de la emoción, por estar juntas y por la tontería de hacernos selfies poniendo caritas una y otra vez.

-Os hemos escuchado hablar en español, ¿de dónde sois? -Las dos nos volvimos extrañadas y algo sorprendidas de oír a alguien hablar en mi idioma.

-Yo si soy española, ella es australiana pero ha vivido varios años en España.

-Perdonad, yo soy Salva y él es Juan. Somos madrileños. Estamos en uno de los proyectos de Acciona.

-Talara y Emily. ¡Encantada!

-¿Preciosas vistas, verdad? ¿Habéis visto el faro?

-Si, nosotras íbamos a ver las Remarkables rocks ahora, si os apetece nos vemos allí. -Era Emily la que hablaba dirigiéndose hacia el coche.

-¡Estupendo! Hasta ahora entonces.

Ya en el coche Emily y yo fuimos hablando de la feliz coincidencia, pero no era de extrañar.

-Últimamente uno de los idiomas más hablados en Adelaide es el español, ¡nos estáis colonizando! No paran de llegar trabajadores de empresas españolas. -Las dos nos reímos.

Aparcamos un coche frente al otro. Para llegar a las rocas había que caminar un poco.

-Esto es impresionante. -Juan no dejaba de hacer fotos. -Venga, poneos ahí.

Las rocas con diferentes formas aparecieron ante nuestros ojos, no parecían muy grandes, pero a medida que nos acercábamos éramos conscientes  del tamaño.

-¡Mirad! ¿Habéis leído «El Principito»? Esa piedra es igualita al dibujo que hace de la boa comiendo un elefante. -Reímos entusiasmados.

-Esta es un caparazón de tortuga.

Juan no salía de su asombro y no paraba de hacer fotos. Pasaban un grupo de taiwaneses y les pidió que nos hicieran una, él se puso a mi lado y Salva al de Emily.

-Vamos, ¡falta la mejor! Emily nos llevó frente a una enorme roca que parecía un pico de un ave gigante. Los tres nos quedamos sin habla.

-No hay mejor escultor que el viento, el mar y el tiempo. Van puliéndolo todo y consiguen suavizar las formas. Es impresionante. -Abracé a Emily y la besé mientras Juan volvía a fotografiarnos.

-¿En qué hotel estáis?

-Nosotras en el Wilderness, cerca de aquí.

-Jajaja ¡Nosotros también! ¡Menuda coincidencia!

Tomamos el lunch los cuatro en un bar de carretera y planeamos el viaje juntos. Fuimos hasta Seal Bay, bajamos a la playa en visita guiada para ver los leones marinos, no nos dejaron acercar mucho porque pueden ser peligrosos y por no molestarlos. Me quedé impresionada. Familias descansando en la playa, otras saliendo de entre las olas, y por la arena jugando alguna cría. Lo más espectacular que había visto hasta el momento. Las lágrimas rodaban por mis mejillas de emoción, Juan me abrazó como si nos conociésemos de toda la vida, a él también le brillaban los ojos. De vuelta al hotel hicimos una parada en el Little Sahara, unas enormes dunas de arena blanca, Emily sacó del coche dos tablas para deslizarnos con ellas por la arena. Desde lo de los bomberos que no me reía tanto. Juan casi se mata y yo entre risa y risa acabé comiendo arena.

Regresamos al hotel agotados y cenamos los cuatro juntos, al ir a nuestra habitación nos cruzamos con un pequeño possum, animal nocturno australiano, que está protegido y que tenía ganas de ver.

Quedamos al día siguiente en seguir juntos la expedición por la isla, cuando me despedí de Juan se acercó a darme dos besos, se cruzaron nuestras direcciones y acabamos con un beso en los labios, el otro beso, de nuevo en los labios. Reímos nerviosos.

-Buenas noches, hasta mañana.

 

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