Me despertaron unos golpes fuertes en mi puerta y unos gritos.
-Talara, vamos, abre la puerta ya. Talara, ¿estás ahí? Contéstame por favor.
Era Emily golpeándola cada vez más fuerte y más asustada. Me desperté y no podía moverme, no sabía el tiempo que había pasado en esa posición. Me estiré todo lo que pude, me incorporé ayudándome de la pared y conseguí llegar al pomo de la puerta, me dolían todos y cada uno de los huesos de mi cuerpo. Emily venía realmente asustada.
-Talara, por Dios, llevo buscándote no sé cuanto tiempo, me he pasado por aquí un montón de veces y no contestabas.
Me abrazó y yo me dejé hacer, como marioneta.
-Talara, vamos, ven a tomar algo, un té, no sé. Refréscate la cara.
Obedecí como autómata. Emily no paraba de acariciar mi brazo, mi pelo.
-Talara, todo tiene una explicación, tranquila, ya la averiguaremos. No puedes volver a cerrarte.
La miré, cogí agua en mis manos, me la eché por la cara, la volví a mirar.
-Emily… Emily no tienes ni idea de lo que esto supone para mi. ¿Sabes lo que significa no poder fiarse de nadie porque todos en los que alguna vez has confiado han intentado manipularte de alguna manera? Somos frágiles Emily, soy frágil, muy frágil, me han roto tantas veces que siempre pienso que no me van a romper más, y entonces sucede, viene alguien que se cree Dios, me fío y de nuevo me rompen. No sé si me entiendes Emily. Pero yo no puedo construir una verdad sobre una mentira. Me siento defraudada, engañada, estafada, me siento utilizada.
-Talara, he llamado a tu madre.
-¿Qué?
-Tenía que llamarla, intentó localizarme, vi sus llamadas perdidas y la llamé, necesitaba saber si estabas bien. En su casa estaba Sergio, he hablado con él.
-¿Que has hecho qué? ¡¡¡Emily!!! ¿Tú también, Emily?
-No, Talara, yo no. Me preocupo por ti y no me metas en todas esas mierdas. Te quiero y me preocupo.
-Que me quieres y ¿llamas a mi madre a mis espaldas?
-Necesito respuestas, necesito saber qué está pasando. He hablado con Sergio y tenemos un problema.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Sergio piensa que lo que ha pasado aquí es por culpa de la trama que siguen investigando a la que pertenecen Alfonso y Martina. Aún no hay muchas luces sobre ella. No tienen mucho de lo que tirar, está difícil, Thomas los está ayudando. El que tú estés aquí facilita las cosas, pero te las complica a ti. Necesitan que sigas con tu trabajo para no llamar mucho la atención, como si no se sospechase nada. ¿ Serás capaz de seguir teniendo reuniones y de promover a tu empresa? Si te vas ahora te pondrás en peligro a ti y a la investigación. Ah, y que lo llames, por favor. Ahora debemos continuar camino a Adelaide, no podemos alertarlos ni llamar su atención.
-¿Me estás pidiendo que vuelva a meterme en el coche con Thomas?
-Si. Mejor que con él no vamos a estar con nadie. Estamos vigiladas desde que llegaste, si no de una manera, de otra. No podían dejarte sola después de todo lo que te ha ocurrido. Es muy serio y ellos se lo toman de una manera muy formal por no llamar la atención, hay que intentar pasar lo más desapercibido posible. Thomas está muy preocupado por ti y por lo que sientes, su intención nunca fue engañarte, pero no podía contarte nada, cuanto menos sepamos mejor para la investigación.
-¿Has desayunado ya? Necesito comer algo para pensar mejor. Dame media hora para arreglarme y nos vemos en el comedor.
-Vale. Prométeme que estarás bien.
-No te preocupes.
Emily me dejó sola, cerré los ojos e intenté no pensar en nada como me había enseñado mi monitor de yoga, pero tenía demasiado ruido en la cabeza, cogí mi móvil, poca música. Localicé «la escalera» de Pablo Alborán y la puse para que se repitiera una y otra vez, mientras bailaba me fui desnudando para meterme en la ducha, el agua sobre mi cuerpo arrastraba gran parte de mis problemas. El agua, la música, el baile… bendiciones que conseguían tranquilizarme y relajarme.
Cuando llegué al comedor todos me esperaban en la mesa. Thomas a penas podía mirarme, cada vez que sus ojos se cruzaban con los míos, los desviaba.
Aún era temprano cuando nos metimos en el coche, un poco destartalado, rumbo a Adelaide, la tensión entre nosotros se podía cortar.
-¿Habéis dormido bien?
Antes de contestarme Thomas me miró por el espejo retrovisor, eran las primeras palabras que decía.
-¿Vas a quedarte?
Me adelanté un poco para poder tocar con mi mano su hombro, se lo apreté como hacen los amigos.
-Si, Thomas, no te preocupes. Gracias, por todo. Perdóname por lo de ayer.
Era curioso ver cómo unas pocas palabras podían hacer que desapareciese la tirantez que había en el aire.