13.El teléfono daba señal

El teléfono daba señal, pero nadie descolgaba al otro lado. Colgué. Lo intenté de nuevo, una voz de hojalata me soltó una retahíla que no entendí y comenzó el tutututu, tutututu, tutututu.

¿Por qué no me llamaba ni contestaba mis llamadas? Había algo que se me escapaba y no sabía el qué. Podía llamar a alguien de su familia y que me sacaran de dudas.

Estuve, de nuevo, varias horas sentada frente al teléfono, preocupada, marcando de vez en cuando su número, sin respuesta. Por fin, alguien descolgó. Sonó una voz en inglés que me saludaba y me repetía el número que yo había marcado. El auricular se escurrió de mis manos en dirección al suelo, aunque intenté parar su caída con una especie de malabares, chocó contra él sin contemplaciones. Me senté, lo miré y comencé a llorar y a decir improperios. Solo me apetecía romper cosas, lanzar objetos, gritar y gritar, pero esa especie de voz interior que tiene algo que ver, en algunos momentos, con la educación, me lo impidió. Contuve mi ira hasta casi ahogarme y me quedé dormida después de un buen rato. Cuando desperté pensé que había tenido un sueño desagradable, miré al suelo y comprendí que no, que había sucedido, que la voz que escuché al otro lado del teléfono era de mujer y no de hombre. Entendí, por fin, que alguien vivía con él, que no estaba solo y que ya nada nos unía. Pero si era cierto que vivía con alguien… ¿Por qué me había dicho que me quería? ¿Qué había pasado para que eso cambiase?

Me arreglé, salí de mi casa en dirección a la de mi amiga Martina, pidiéndole al cielo que no hubiese salido. En cuanto me abrió la puerta la abracé y me puse a llorar. Ella, asustada, intentó que me calmara, pero aún tardé unos minutos en poder contarle lo que me había sucedido. Sentadas en la cocina frente a una taza de café, ella escuchaba y yo hablaba entre sollozos. Cuando por fin terminé de liberar mi interior, hubo un breve silencio.

-¿Qué te dijo exactamente la mujer que respondió?

-Dijo el número de teléfono y su nombre que no recuerdo.

-Eso no significa nada. ¡Tranquilízate! Lo único que sabemos es que en el teléfono que tienes de él, contesta una mujer. Pero eso puede ser que haya cambiado de número, se haya mudado de casa, o que la comparta con ella, pero no significa nada más.

-Tenía una amiga japonesa. -Mi voz sonaba triste y en mi mente una película de engaños y traiciones no me dejaba concentrar.

-Vale, tenía una amiga japonesa. Pero no hay nada que pueda hacerte suponer que sea la persona que respondió al teléfono, ni que realmente tenga un lío ni algo serio con ella.

-Si todo está normal y no pasa nada… ¿Por qué no me llama? ¿Por qué desde que me dijo que me quería no he vuelto a saber nada de él? ¿Qué ha pasado? ¿En dónde está? ¿Qué hace? No entiendo nada.

-No sé. No tengo las respuestas. El único que te las puede dar es él. Vas a tener que intentar contactar de alguna manera. Vuelve a llamar. Envíale un mail, háblale por facebook. Un wasap.

-Su correo del trabajo no lo tengo, el otro lo tiene saturado por no usarlo. Las redes sociales nunca le han gustado, así que no tiene facebook, ni twitter, y lo peor es que tampoco le gusta el wasap, así que ni lo instaló.  No sé qué opciones tengo. Creo que volveré a llamarlo. Cuando regrese a casa, si no es muy tarde allí, lo llamaré de nuevo.

Esperé a que se arreglara. Salimos a comer a un restaurante de pizzas artesanas que había no muy lejos de su casa y que era mi preferido. Al terminar nos despedimos y quedé en llamarla si algo cambiaba.

Entré en mi portal y me encontré con que el ascensor estaba ocupado, así que decidí subir por las escaleras. Cerca ya de mi piso escuché sonar un teléfono. ¡Era el mío! Subí lo más rápido que pude esquivando las macetas que había en algún rellano mientras buscaba en mi bolso las llaves. Abrí la puerta sofocada por el esfuerzo y atravesé todo el pasillo hasta llegar al teléfono supletorio. Descolgué y dije entre resuellos:

-¿Diga?

-Cariño, eres tu. Por fin te encuentro

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