22.Comenzaba a ser la de siempre

Comenzaba a ser la de siempre, o mejor dicho, comenzaba a sentir que era la misma de siempre. Había recobrado de todo la memoria, o ese era, por lo menos, el diagnóstico dado por mi médico.

Así todo era complicado afirmar que me había recuperado por completo, pues al pensar en determinadas situaciones, en determinadas épocas, no conseguía recordarlas de todo.

Siempre había pensado que los recuerdos permanecerían en todo momento en mi memoria, pero ahora comenzaba a ser consciente de que no era verdad tal afirmación. Comprobaba, nerviosa,  que cuando había ido en busca de alguno de ellos, había desaparecido, y no precisamente por todo lo ocurrido. Al comentárselo a Sergio me explicó que eran cosas que solían suceder, más a menudo de lo que creíamos. Cuando dejábamos de pensar en determinadas personas o acontecimientos, estas se iban diluyendo, poco a poco, llegando incluso a desaparecer, a borrarse de ese disco duro que parecía a veces nuestra memoria. Parte de nuestras historias con amigos de la niñez, incluso con la familia, se iban apagando poco a poco, dejando pequeñas marcas, que aunque indelebles, se volvían difíciles de recuperar. ¿Qué nos quedaba entonces? A veces, sólo la sensación de haber sido felices era lo que permanecía.

Regresar a nuestros recuerdos era importante en cuanto que estos nos hacían sentir un poco en paz con nosotros mismos, e incluso, un poco en paz con el mundo. Hacían que nos conociéramos, que nos reconociéramos , que nos sintiéramos mejor en nuestra piel, que entendiéramos y comprendiéramos por qué éramos como éramos y por qué somos como somos. ¡Los recuerdos! ¡Qué frágiles eran! ¡Qué frágiles nos hacían sentir!

Había sufrido miedo, pasado por una etapa de terror a que mis recuerdos se hubiesen visto transformados a causa de haber perdido la memoria y que mi cabeza se pudiera dedicar a inventar sensaciones y recuerdos. ¿Podría alguien manipular el recuerdo?

Quizás todos inventásemos un poco de nuestra historia, sin querer, pero no era lo mismo lo que yo recordaba que lo que otras personas recordaban después de haber vivido la misma situación juntos. Quizás sólo evocábamos lo que nos habían hecho sentir. El mismo suceso narrado de diferente manera, sentido de formas distintas, no nos marcaba a todos por igual.

La vida me había ido poniendo pruebas en el camino, obstáculos que había tenido que salvar, obstáculos necesarios que me habían ido enseñando a avanzar, a conocerme a mí misma y conocer a los demás, a probarme, a descubrirme. Había visto en mi cosas que no me habían gustado, pensamientos ridículos, sensaciones absurdas. A veces hubiera deseado poder regresar al pasado, a los recuerdos, al momento de la niñez, a la tranquilidad de la amistad, a la seguridad del hogar, regresar a esos momentos de paz que me habían dado el cariño, el amor de mi familia, su calor. Volver a aquellos lugares mágicos en los que había idealizado  personas, sentimientos, a la vida…

Qué difícil resultaba vivir a veces, soportar la angustia de no ser lo que siempre habías creído que eras o que serías; resistir la presión externa, los ojos que te miraban, el dolor ajeno y el propio; la angustia del no saber, del no llegar a saber nunca. Quizás era yo la complicada, la única que continuamente se hiciera preguntas, se cuestionara todo, se castigara por cada una de las decisiones mal tomadas.

Por primera vez era consciente de que estaba entrando en las profundidades del pozo oscuro que comenzaba a ser mi cabeza y de que había muchas cosas en las que pensar y muchas otras que solucionar. Me esperaba un largo camino por recorrer.

 

2 comentarios sobre “22.Comenzaba a ser la de siempre

  1. Me hace mucho sentido este relato…de la evocación de lo que fué y es historia ya!…es tan así la lluvia del alma…por lo visto para muchos!

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