19.No recordaba sentir tanto

No recordaba sentir tanto pero de vez en cuando, en mi cabeza, aparecían nuevos recuerdos, o nuevas sensaciones de lo vivido que me hacían sufrir. Sufría recordando, por lo que presentía que había sufrido mucho más, viviendo. Sentir tanto no debía ser bueno.

-¿Suspiras, cariño?

Mi madre acababa de entrar en la cocina.

-¿Tampoco tú puedes dormir?

-Sentí movimientos en la casa y me levanté a ver.

Se acercó a mi y me besó en la frente.

-¿Cómo estás mi niña? ¿Te encuentras bien?

Mientras iba a la nevera la observé y de pronto me dí cuenta de lo que había envejecido mi madre en poco tiempo, la veía encorvada y triste, algo apagada. Demasiados disgustos para una mujer que ha amada tanto a su familia y se ha desvivido por ella.

-Estoy bien, si. Un poco preocupada por los acontecimientos. Se me acaba el tiempo y veo cosas en mi cabeza, aparecen imágenes y voy comprendiendo todo lo que me pasó, pero no alcanzo a ver las razones ni el sentido. A veces no entiendo nada.

-Talara, cariño, eso es normal. Ni tú ni nadie entiende las razones por las que algunas personas se comportan como se comportan. Pero el problema no es nuestro, es de ellos. Nosotros sólo somos responsables de nuestros actos, no podemos echarnos las culpas de los actos de los demás. No intentes entender lo que no tiene una razón lógica. Algunos hombres siguen siendo depredadores a pesar de vivir en el siglo XXI.

-Estoy preocupada, mamá. No sé si podré resistir el juicio.

-Si podrás cariño. Sergio y yo te apoyaremos. Todos estamos de tu parte.

-¿Y tú, mamá? ¿Resistirás?

-No te preocupes por mi, estoy bien.

Se tomó el vaso de leche, me abrazó y salió de la habitación.

-Acuéstate y duerme, anda, cielo, vas a necesitar las fuerzas en estas semanas que se avecinan.

-Te quiero mamá. Que duermas bien.

Sola en la cocina, con mi taza entre las manos y mirando al frente viéndola partir, recordé muchas de las escenas vividas con mis padres en aquella casa. La tristeza comenzaba a adueñarse de mi al ver en lo vulnerables que nos convertía el paso del tiempo, cómo nos doblaba y ralentizaba consiguiendo hacernos sentir sombras de lo que un día habíamos sido. Luchar toda una vida por sacar a una familia adelante, ser fuertes ante las adversidades, educar en el cariño y en el respeto, para terminar viendo como uno de tus mejores amigos había intentado acabar con lo que más habías querido en tu vida: tu hijo. Entendía que mi madre se estuviera hundiendo y lo peor es que también comprendía que intentara disimularlo. Era su hija y estaba luchando por recuperar mi memoria, por volver a la senda, regresar a mi camino, buscar un trabajo y acomodarme un poco en la tranquilidad del hogar. Mi madre había sido siempre una mujer fuerte, pero ahora comenzaba a darme cuenta de que todo en la vida pasaba factura, antes o después se lo cobraba todo y mi miedo era pensar que, al fin y al cabo por mi culpa, estaba sufriendo como nunca y por miedo a hacerme sentir peor de lo que ya me sentía, se lo estaba comiendo todo ella sola. Desde mi regreso de Australia apenas habíamos hablado de su relación con Javier, ni de lo que sentía por su traición. En unos días las dos tendríamos que enfrentarnos a todo lo ocurrido, hacernos cargo de nuestros errores y asumir las traiciones. Tendríamos que mirar cara a cara a la verdad, aceptar la cobardía de algunas de las personas que habían compartido su vida con nosotras, aceptar el engaño y lo que resultaba más desalentador, aceptar cuán vulnerable era el que más había amado.

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