27.Salíamos del médico felices

Salíamos del médico felices. ¡Íbamos a ser padres! Tenía ganas de gritarlo a los cuatro vientos. Estaba casi de tres meses y el médico se había asustado pensando cómo no había caído antes en la posibilidad de estar embarazada. Le expliqué toda mi vida y el pobre hombre se quedó como quien no da crédito a lo que está escuchando, era prácticamente una película de terror. Después de la exploración, de hacer una ecografía dijo que todo estaba aparentemente bien, tendría que pedirme varias pruebas y pronto volver a verme.

-¡Vamos a celebrarlo! ¿Comemos juntos? Luego tendré que regresar al trabajo.

-¡Vale!

Después de planificarle toda la vida a nuestro futuro hijo, salimos riendo del restaurante discutiendo sobre a quién se parecería.

-Tendremos que decírselo a los abuelos, ¿no?

Con tanta emoción me había olvidado de esa pequeña porción de vida en la que había alguien más que nosotros. Sergio era también hijo único, pero sus padres vivían en la otra punta de España por lo que aún no los había conocido, sólo los había visto alguna vez a través de la pantalla del ordenador.

-Está bien, está bien. Podemos invitarnos a casa de mi madre a tomar un café y por la noche avisas a tus padres. ¿Te parece?

-Lo que tú digas, cariño.

A mi madre sólo le faltó ponerse a dar saltitos de alegría, estaba encantada.

-¡Mi niña! ¡Sergio! ¡Soy la mujer más feliz del mundo! ¡Abuela! ¡Voy a ser abuela!

Salió de la habitación a toda prisa a enseñarnos sus fotos. Sergio tenía que irse así que yo me quedé estoicamente viendo y escuchando sus recuerdos, recuerdos que yo ya conocía pues mi madre era de esas personas que a la primera que podía aprovechaba y mostraba sus fotos.

Después de un buen rato sentada a su lado escuchando sus historias le dije que tenía que dejarla y me despedí, realmente estaba agotada, tanta emoción comenzaba a pasarme factura. Al llegar al portal de mi casa, cargada con un par de bolsas, no me di cuenta de que acababan de fregar las escaleras, y al girarme para ir hacia el ascensor resbalé y me caí de bruces. El contenido de las bolsas se desparramó, y yo como pude, me senté y me quedé esperando ver aparecer en el suelo una enorme mancha roja símbolo de un inminente aborto. Las chicas que estaban fregando se acercaron a mi y me preguntaron si estaba bien, no podía articular palabra y me limité a afirmar con la cabeza. Ellas me miraban sorprendidas mientras se agachaban a recoger lo que se había desperdigado por el suelo.

-Mujer, no pasa nada. ¿Tenías algo que pudiera romperse? Está todo impecable, no se ha roto nada.

Seguía sin poder decir ninguna cosa, sólo esperaba mirando fijamente al suelo, esperaba y temblaba.

-¡Vamos, mujer! Venga. Te ayudamos a levantarte.

Intentaron ayudarme pero con la mano hice un gesto para que se fueran. No podía hablar, sentía el peso de las lágrimas en los ojos y en la barbilla, así que sabía que si decía algo comenzaría a llorar y sería difícil detener tanta tensión. Me miraron sin saber muy bien qué hacer, se miraron una a la otra y decidieron salir sin más del edificio.

El suelo estaba seco y yo también, aunque temblaba. Me levanté con mucho cuidado no fuera a ser que el esfuerzo hiciese brotar la sangre que esperaba ver en cualquier momento. No ocurrió nada. Acaricié mi barriga que aún no había aumentado su tamaño y subí a casa. Esperé sentada en el sofá. Esperé y esperé y al cabo de un par de horas sentí el ruido de la puerta. Sergio entró con una gran sonrisa en su cara.

-Cariño ya estoy en casa.

Comencé a llorar, las lágrimas bajaban  por mi cara sin control aparente. Sergio entró en el salón y al verme así cambió el gesto.

-Cariño, ¿estás bien? ¿te ha ocurrido algo? ¿qué ha pasado?

No era capaz de contestar a las preguntas de Sergio. Lloraba sin tregua, con angustia, con esa especie de hipo que me indicaba que no iba a poder parar en un rato y que realmente estaba sintiéndome fatal. Entre sollozos por fin pude contestarle.

-Me… hhhhe…hhh… caído.

-¿Ahora?

-Nooooooo

-¿Estás bien?

-Hace dos… hhhh…. o tres horas.

-¿Y llevas llorando todo este tiempo? por Dios, Talara ¿cómo no me llamaste?

-Noooo… hhh… al verte se me hhhha… puesto…hhh… un nudo en la garganta y …hhh…hhh… no lo he podido evitar hhh…

-¡Cariño!

La más tierna palabra que alguien me había dicho en mi vida pronunciada así. Se sentó a mi lado y me abrazó, me acariciaba el pelo mientras una y otra vez decía:

-Tranquila, cariño. Todo va a salir bien.

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