26.Al salir de la oficina

Al salir de la oficina la mayor parte de los días me encontraba con Sergio esperándome para ir caminando juntos a casa. Me encantaba hacer con él el recorrido, unas veces de la mano, otras abrazados, hablando sin parar de cómo había transcurrido nuestra jornada, dejando atrás los peligros y problemas del pasado, viviendo al día, con sonrisas y alegría, con besos y arrumacos.

-Sergio, cariño, creo que podría…

-¿Que podrías qué?

-Creo que podría estar… no sé, no es seguro aún, pero creo que…

-Por Dios Talara, ¿qué es lo que te pasa?

-Podría…

-Si

-Estar…

-¿Qué?

-Embarazada.

Sergio se paró en seco. Me miró fijamente. Se hizo un silencio que no auguraba nada bueno, o por lo menos eso pensé. Lo miré con miedo. Se acercó a mi, me estrechó entre sus brazos y me besó hasta casi hacerme perder el sentido, todo desapareció a mi alrededor en un fundido negro, sólo él y yo  y un vértigo enorme que me subía desde el estómago. Lo amaba y me amaba, ¿qué más podía pedir?

Todos nos miraban sorprendidos, alguno incluso se atrevió a romper nuestro silencio.

-Parece mentira, tan mayores y montando este espectáculo en plena calle.

Siempre tenía que haber alguien al que le molestase la felicidad de los otros, dispuesto a amargar a todo aquel que se sintiese bien, pero por suerte también siempre había quien felizmente salía en defensa de las libertades.

-Cuanta envidia se puede respirar por aquí cerca.

Por fin nos dimos cuenta que todos los comentarios eran por nosotros, que se estaba formando un buen revuelo, nos separamos, Sergio me miró.

-No sé qué puedo decirte cariño, sólo que ahora mismo soy el hombre más feliz de la tierra.

De nuevo me besó. Seguimos camino a casa abrazados como si solo fuésemos uno, Sergio de vez en cuando se paraba a mirarme.

-¡Estás preciosa!

Yo sonreía feliz abrazada a él, sintiendo que el mundo se iluminaba a nuestro paso.

-¿Desde cuándo…?

-¿Desde cuándo qué?

-¿Desde cuándo lo sabes?

-Aún no lo sé. Lo presiento, Sergio. Después de todo lo pasado, la verdad que no pusimos ningún impedimento. El médico me había dicho que aunque volviera a mi vida normal habría cosas que tardarían en volver a la normalidad en mi cuerpo, y no pensé nunca en la posibilidad de estar embarazada, pero… hablando con una compañera de trabajo que está esperando un hijo, me preguntó si yo no estaría… Se me encendió una luz, me hice una prueba de farmacia, pero… para estar segura pedí vez en mi médico. La semana que viene… Podemos ir juntos… ¿Te parece?

Sergio me abrazó de nuevo, no podía hablar, estaba emocionado. Seguimos hacia casa y se paró delante de un escaparate con ropa de bebé y comenzó a hablar, comenzó a hablar de tantas cosas a la vez…, se atropellaba a sí mismo de tal manera que perdía el hilo de su propia conversación.

-¡Sergio!

Dejó de hablar y me miró.

-¡Por Dios, Sergio! ¡Cálmate! Te necesito entero, tranquilo.

Le acaricié la cara y los dos comenzamos a reír, a reír a carcajadas, en una risa contagiosa que nos impedía a veces respirar.

-Sergio, para…

Seguimos riendo.

-Sergio, por Dios, para… comienzo a marearme.

Por fin Sergio paró de reír de golpe, se quedó serio, me miró aterrorizado.

-¿Estás bien?

-Si, ahora sí.

 

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