Comenzaba por fin a notarse mi embarazo. No dejaba de mirarme de lado en el espejo para comprobar, una y otra vez, si había aumentado el tamaño de mi barriga. Cuando iba paseando por la calle buscaba mi reflejo en los escaparates de la ciudad. Una mañana de pronto, comprobé cómo por arte de magia, la mañana anterior estaba como siempre o incluso más metida hacia adentro, sobresalía un poco.

-Sergio, Sergio. Ven. Mira. Toca.

Estaba entusiasmada y Sergio medio dormido.

-Cariño ¿te pasa algo?

-Ven, anda.

Sergio se acercó al baño con los ojos a medio abrir. Comenzó a reírse al verme desnuda delante del espejo, con la mano apoyada en la cintura echando el cuerpo hacia atrás, con pose de embarazada casi a término acariciando mi incipiente barriga.

-Talara, cariño, estás guapísima pero en media hora sonará mi despertador y estoy agotado, anda vente conmigo a dormir.

Me puse el camisón sonriente y fui de su mano hacia la cama.

-Tendré que comprarme algo de ropa de embarazada. Seguro que ya no me sirve nada.

-Duerme, amor, el bebé te lo agradecerá y yo también.

-Tenemos que ir pensando en un nombre.

-Cariño, por favor…

-¿Será niño? ¿O niña? ¿Quieres saberlo? Lo tendré que apuntar para la siguiente visita preguntárselo al ginecólogo. Yo había pensado varios nombres…

-¡Duérmete de una vez!

Su voz me había sonado tan fuerte que comencé a llorar. Sergio se volvió hacia mi y me abrazó.

-Vamos cariño… lo siento… estoy tan cansado…

-No me quieres Sergio. Estoy cambiando tanto… ya no me quieres, es eso, ¿no?

-Talara, por Dios. Te quiero, claro que te quiero, pero necesito dormir.

-¿Qué me está pasando? Lloro por todo, me siento demasiado vulnerable, a veces estoy súper alegre y otras súper triste, todo me asusta o me da miedo.

-¿Que qué te pasa? ¡Las hormonas! ¿Qué te va a pasar? Tu cuerpo está en un cambio constante, está creciendo una vida dentro de ti y tu cuerpo se prepara para mantenerla durante un tiempo y para cuidarla después. Eres una revolución hormonal.

Nos reímos los dos, Sergio siempre me hacía reír en los momentos más complicados. Lo besé en la boca y me dormí en sus brazos.

Cuando me levanté él ya no estaba, se había ido a trabajar, entraba antes que yo. Me duché con calma, desayuné con calma, realmente todo lo hacía con calma últimamente, era como si me hubiesen ralentizado por fuera para poder acelerarme por dentro. Mi cuerpo no dejaba de cambiar y mi espíritu tampoco.

Me había apuntado a unas clases de yoga para embarazadas y hoy sería mi primer día, así que salí del trabajo emocionada. Cuando llegué al vestuario estaba sola y al entrar en la sala me vi en la penumbra de una habitación llena de desconocidas barrigonas que venían a saludarme y a darme la bienvenida.

-Chicas, esta es la nueva: Talara. ¡Vamos, chicas! ¡La estáis abrumando!

Ante mi sorpresa por ver que la profesora también estaba embarazada, se acercó a mi, tomó una de mis manos y se la puso en su barriga, di un respingo al notar cómo algo se movía dentro.

-Le has gustado, no siempre se acerca a saludar.

-¿Ha sido… ha sido el bebé?

-Si, el pobre ya comienza a estar incómodo dentro pero en cuanto nota que alguien lo acaricia desde fuera, se acerca a saludar.

Todas reían.

-Como ves yo ya no estaré mucho tiempo dando clase, a penas un mes o mes y medio, pero ya tengo sustituta que vendrá en unos días a conoceros. Bueno, vale ya. Venga. Vamos con las respiraciones.

Para las que como yo habíamos practicado durante años yoga, las respiraciones eran ya tema conocido. Hoy me resultaba algo difícil  concentrarme, un bebé me había saludado desde la barriga de su madre. Ya estaba deseando que mi bebé comenzase a saludarme de esa manera. Estaba deseando llegar a casa para contarlo. ¡Había estado en contacto con un bebé!