Mi querido amigo:

Hoy es Jueves Santo y desde mi casa me he puesto a recordar.
Cuando era niña y estábamos con mi abuela, bien porque venía a visitarnos a nuestra ciudad, bien porque íbamos nosotros a la suya, no nos dejaba cantar, no podíamos estar contentos estos días y yo no entendía por qué, ¡estábamos de vacaciones, por Dios! y las vacaciones, bajo la mirada infantil, siempre eran para disfrutar. Después, en mi adolescencia recuerdo ir a visitar iglesias, con mis hermanos y a veces también con mi madre, disfrutábamos del recogimiento y de la compañía, todo era un ritual mágico que se repetía año tras año, marcando el comienzo, al igual que la Navidad, de un nuevo trimestre. Qué importante es crear costumbres, hacer cosas que se repitan a lo largo de los años para poder marcar tiempo y memoria.
También recuerdo las procesiones, que de pequeña me imponían tanto respeto, sobre todo aquella en la que unos penitentes iban tocando un timbal largo y estrecho llevando el capuz de medio lado, sin el capirote interior, dándoles una imagen terrorífica a mis ojos.
De mayor, siempre intentaba conseguir que alguien me acompañara a verlas y procuraba no perderme ni una.
En mi último año de instituto recuerdo haber ido a Andalucía de excursión de fin de curso y haber podido disfrutar, en Sevilla, de una procesión, estábamos emocionadas, sobre todo porque casualmente estábamos debajo del balcón de una casa desde la que salían continuamente a cantar saetas. Si no has ido nunca, te recomiendo que vayas, aunque sólo sea una vez en la vida y reserva otra Semana Santa para ver las de Ferrol.
Dime: ¿Qué sueles hacer tú en esta época del año?
Recibe mi abrazo. #quedateencasa.