Mi querido amigo:
Me gustaría seguir recordando contigo.
La primera persona que hizo que fuera consciente de la muerte, de lo que podía significar, fue mi tía abuela que vino a vivir a casa de mis padres cuando yo nací. Me llevaba con ella a muchos sitios, que para mí eran mágicos, con ella visité por primera vez la Plaza del Obradoiro para ver los fuegos el día del Apóstol, con ella iba a visitar a sus amigas que me hacían viajar a otros lugares y a otros tiempos, con ella a casa de sus hermanos mayores que me llenaron siempre de cariño regalándome ternura e historias que con el paso de los años me hicieron entender la calidad de personas que habían sido todos ellos.
Cuando paseábamos siempre me hacía ocupar el lado de la acera más apartado de la carretera, cuando le decía que daba igual un lado que otro me respondía que no, que yo era muy pequeña, que a penas había vivido nada y que ella estaba allí para cuidarme, si pasaba un coche y tenía que atropellar a alguien era preferible que se la llevara a ella, yo respondía enfadándome y con un nudo en la garganta porque no quería perderla y no podía entender que en su balanza pesara más mi vida que la suya cuando en mi balanza pesaba más su vida que la mía, porque no era capaz de entenderla sin ella.
Un día, caminando de su mano se cayó, yo tan pequeña que llegué antes al suelo así que aterrizó sobre mí. Fue tan grande el silencio por unos segundos que sentí como horas que pregunté entre sollozos: ¿te has muerto? Se levantó corriendo, me levantó a mí preocupada y me preguntó si estaba bien. Yo lloraba no por haberme hecho daño si no por haber sentido por un instante que no la volvería a ver.
Cuando has tenido la suerte de compartir parte de tu vida con mayores, es imposible comprender la indiferencia de muchos ante sus vidas.
Recibe mi abrazo. #quedateencasa.