Mi querido amigo:
Hay días que salgo con un libro a mi balcón, me siento y leo tranquilamente mientras el sol calienta mis piernas como si nada ocurriese fuera, como si todo estuviese bien, como si nadie sufriera, como si fuese un día normal de primavera, o un día normal de otoño, pero pronto empiezan a pesarme los muertos de los otros, los niños de los demás encerrados en casa sin poder salir a correr, a respirar, los que siguen trabajando dándolo todo y los que se sientan a esperar cruzando los dedos desesperados o pacientes, pensando ¿qué ocurrirá mañana? ¿seguiré con trabajo? ¿podrán pagarme? ¿podré pagar? En pocos días caerá una nueva hoja del calendario y volveremos a empezar. Y sé que mientras yo leo y el sol me acaricia otros están en un agujero con su enemigo, sin escapatoria posible, temblando porque el daño no caiga sobre sus hijos, otros rezando por la recuperación de su ser querido que está solo, en un hospital, sin ver a nadie, sin poder despedirse, viendo y sintiendo cómo otros se están yendo, también en soledad, otros sin ser capaces de ver luz al final del túnel pues el túnel tiene la forma de su bar o pequeño restaurante o de negocio familiar de los últimos en poder regresar a la normalidad si es que algún día regresa la ansiada normalidad, y otros, los mayores, nuestros mayores solos encerradiños en sus casas intentando vencer a ese enemigo invisible que le ha arrebatado ya a alguno de sus amigos, temblando por los suyos por cómo podrán salir de esta si a ellos les pasara algo, temblando por ellos mismos, por su soledad, por su angustia.
¡Qué mal nos paga a veces la vida!
Hay días que es difícil leer al sol.
Recibe mi abrazo. #quedateencasa.