11.Seguía teniendo pesadillas

Seguía teniendo pesadillas. Cada día dormía peor, incluso empezaba a agobiarme el hecho de pensar en que tenía que acostarme. ¡Si apenas iba a dormir! No paraba de tener malos sueños: precipicios infinitos, oscuridades, personajes siniestros siguiéndome por callejones sin salida, monstruos entrando en mi habitación, asesinos acechando, paisajes surrealistas y un sin fin de cosas inconexas y rarísimas que conseguían despertarme sobresaltada.

El día no había ido muy bien, algún problemilla con mi jefe había traído algún nubarrón a una mañana soleada y cálida. ¿Por qué a algunas personas les costaba entender que pudiese estar pasando por una época gris en mi vida? ¿Acaso no había artistas que habían pasado etapas complicadas y las habían dejado reflejadas en sus obras, utilizando un color oscuro como tonalidad principal? Yo lo reflejaba en mi falta de concentración en el trabajo. Sabía que no era comparable, pero no podía evitarlo.

Tenía que despejarme y alejarme un rato de mis problemas o me arriesgaba a perder mi puesto. Así que después de otra noche sin pegar ojo, y un día nefasto en el trabajo, cogí el coche, tomé dirección a la playa, había una que me gustaba y no quedaba muy lejos de la ciudad, y me dispuse a pasear y relajarme un poco, pensando que sería bueno para poder conciliar el sueño esa noche. Cuando llegué a la playa apenas había dos o tres coches aparcados, lo que indicaba que mi paseo podía ser tranquilo. ¡Qué maravilloso era poder disfrutar de una tarde caminando a la orilla del mar en invierno!

Hacía frío. Llegué hasta el final de la playa, me senté, cerré los ojos. Respiré profundamente para sentir cómo mis pulmones se abrían, el aroma a sal recorría mi cuerpo y mi cerebro se oxigenaba. Era una sensación única, de libertad, de bienestar. Mi cuerpo, o más bien, mi espíritu se elevaba por encima del mar. Me convertía en aire, era aire, y mar y brisa, era espuma.

– Hola

Abrí los ojos para ver quién era el mortal que se atrevía a importunar mi calma.

-¿Te molesta si me siento aquí a tu lado?

-La playa es de todos- Mi voz sonó más dura de lo que esperaba.

-No, mujer, ya lo sé, pero si te molesta que charlemos y eso.

¿Y eso? ¿Qué significaba «y eso»?

-La verdad me acabas de despertar de mi ensoñación.

-Lo siento, no era mi intención molestarte, pero te vi sola… yo estoy solo… y… me apetecía hablar con alguien. A ti ya te he visto en más ocasiones por aquí, hemos coincidido otras veces… y hoy me decidí a hablarte y dejar de mirarte. Me encanta mirarte. ¿Sabes? Siempre haces lo mismo: respiras profundamente, esperas un rato y por fin te decides a caminar. Llegas al extremo de la playa y de nuevo te detienes, te sientas a mirar el mar, respiras profundamente, esperas y regresas. Me gusta eso que haces.

-¿Así que me estás espiando? ¿Debería llamar a la policía?

Cuando escuchó la palabra policía palideció

-No, por favor. No estoy haciendo nada malo. Te miro cuando te veo venir, nada más. Ahora que si te molesto, me voy- Su voz sonaba triste. Hizo ademán de levantarse.

-No, perdona. No quise ser desagradable. Lo siento. No he tenido un buen día y me estaba intentando relajar. Puedes quedarte, si quieres.

Estuvimos charlando un rato amigablemente. El sol comenzaba a desaparecer. El frío empezaba a entumecerme los huesos. Así que me levanté y le dije que tenía que irme, que ya nos encontraríamos otro día.

-¿Te vas a ir así, sin darme tu número de teléfono o sin tomar algo conmigo? Aquí cerca hay un bar, podemos ir paseando.

-No,no. Muchas gracias, otro día que venga.

Mi madre me había enseñado a no hablar con desconocidos, y ya había desobedecido esa norma, no iba a arriesgarme más.

-¿Tu teléfono?

-Lo siento, no, no puedo. Me pillas en un mal momento. Adiós.

Me di media vuelta y me fui, sin mirar atrás. Me metí en mi coche y mi cerebro empezó a fustigarme una y otra vez con imágenes de asesinos en serie, de locos persiguiendo mujeres indefensas. ¿Qué me estaba pasando? ¿Es que en mi cabeza no había imágenes de desconocidos paseando de la mano por la playa, besándose, salpicándose, retozando amigablemente? Si yo apenas veía películas de miedo… ¿Por qué aparecían siempre escenas tétricas y desagradables en mi cabeza? Lo único en lo que podía pensar era en poder conciliar el sueño esa noche y ese no era el camino.