Pensé que me iba a desmayar. En los momentos de tensión es increíble lo que hace el cerebro. Ves todo como si ocurriese a cámara lenta, como si te diese tiempo a reaccionar, igual que en las películas modernas que pasan una secuencia para que veas como alguien da una voltereta y escapa, o un giro; o cómo lanza una patada por el aire golpeando una cabeza que se mueve muy despacio, pero con la carne aplastada por el golpe. Así me veía yo, el agua cayendo, las gotas, mis brazos intentando aferrarse a la persona que tapaba mi boca, mi cara girando para ver…
-¡Shhhhh! Por favor, no grites, tranquila, shhhhhh. Talara, soy yo.
Reconocí la voz al instante.
-¡Sergio! ¡Por Dios, Sergio!
Me abracé a él, mi cuerpo empapado en agua y jabón, su ropa totalmente mojada por mis aspavientos.
-Vais a conseguir matarme de un susto. ¡Toca!
Coloqué su mano en mi pecho para que sintiese mi corazón acelerado. Me acarició, y me abrazó. Lo besé como si estuviese prohibido, como si fuese a ser el último beso que nos fuésemos a dar, como si el mundo se fuera a terminar, como si necesitase absorberlo para retenerlo en mi. Lo amaba y necesitaba sentir su calor. Después de tanto tiempo sin vernos…
-Vamos, tienes que vestirte, no podemos perder más tiempo.
-Aún faltan unas horas para que salga mi vuelo.
-Talara, hoy no nos vamos.
-¿Qué?
-Pasaremos aquí unos días, ya avisé a tu madre.
Le miré a los ojos y me convertí en una niña pequeña que necesitaba protección. Me fiaba de él y no necesitaba saber nada más.
-¿No dices nada?
-No puedo. Me fío de ti. Si no lo hago… Si me fallas me moriré Sergio. No tengo nada ya. Mi madre y Emily, tan lejos…
-No digas eso, Talara. Eres una mujer fuerte.
-Si fuera tan fuerte mandaría todo a la mierda. Me siento perdida, Sergio. Cuando creo que he superado lo peor, siempre hay algo más que le da un vuelco a mi vida. Lo que pasó en Australia… Casi nos matan, no sólo a mi… Íbamos cuatro personas en ese coche, cuatro. Y los otros no tenían nada que ver en el asunto, yo en realidad tampoco. Si Thomas no hubiese estado pendiente en todo momento, si no se hubiese dado cuenta de que nos perseguían, no sé qué podría habernos pasado. Y sigo sin saber qué es tan importante… ¿Por qué la gente está dispuesta a matar por dinero? Cuando lees lo que sucede en otros países, a otras personas, te sientes como si vieras una película o leyeras un libro, lo ves lejano. Pero cuando te pasa a ti…, cuando te pasa a ti te vuelves loco. No sé qué hacer, ni qué decir. No quiero que nadie sufra por mi culpa. Si les llega a pasar algo… No lo resistiría…
Me ayudó a secar, con una ternura que más parecía mi madre que mi amante.
-Vamos, nos están esperando, tenemos que salir sin llamar la atención.
Sergio dio tres golpes en la puerta y en un par de minutos una chica la abrió y nos acompañó hacia otra puerta disimulada en la pared, entramos y ahí todo eran pasillos larguísimos y estrechos, sin gente, solo nosotros. Menos mal que no tenía claustrofobia o no me hubiese podido mover. Estuvimos caminando un buen rato, en silencio. Por fin abrió una puerta. Entramos en una sala llena de pantallas de televisión desde las que se veían todos los rincones del aeropuerto. Un par de hombres se acercaron a Sergio.
-¿Podemos hablar contigo?
A una señal suya me senté, permanecí sentada todo el tiempo, sin mover ni un solo músculo, esperándolo. Estaba aterrada.
Sergio había desaparecido de mi vista.
-¿Te apetece tomar algo?
-Agua por favor
En un minuto el chico que me había ofrecido el agua apareció con un vaso lleno y con una silla. Se sentó a mi lado.
-¿Así que tu eres Talara?
Asentí con la cabeza, no me apetecía hablar.
-¡La que has liado!
Sergio entraba en ese momento y el chico desapareció sin darme tiempo a darle las gracias.
-Tenemos que irnos.