35.El haber podido pasar esos días tranquilos resultó beneficioso para los dos

El haber podido pasar esos días tranquilos resultó beneficioso para los dos. Habíamos sabido estar solos, sin interrupciones de ningún tipo, tirados en el sofá, paseando, charlando, cocinando, siempre juntos.

Habíamos conseguido estar en paz, ¡cuánto la necesitábamos! Los paseos por la playa cogidos de la mano, en silencio, sin decir ni una palabra, mirándonos a veces, mirando al mar, a la arena, a nuestro interior. ¡Qué cómoda me sentía con Sergio! Lo había olvidado. Tener a alguien con quien compartir los silencios, las miradas profundas, verse reflejada en unos ojos limpios, llenos de amor y ternura, era algo que no tenía precio, era lo mejor que podía pasarle a una persona. Compartir silencios no era fácil, conocía a más de uno al que los silencios le resultaban insoportables. Yo adoraba el silencio, sobre todo en buena compañía. Horas paseando, o sentados en la playa, mirando el mar, me llenaba de paz y no necesitaba nada más.

Por eso me gustaba Sergio, porque compartía conmigo su silencio. Nos llenábamos de paz uno al otro y no era fácil de conseguir en un mundo totalmente ruidoso como en el que vivíamos. La gente había perdido el don de saber permanecer y de respetar el silencio. ¿Cuántas veces había ido a pasear por el campo o por la playa y me había encontrado personas con las puertas de sus coches abiertas de par en par y con la música puesta a todo volumen? Muchos ya no sabían escuchar los sonidos de la naturaleza: el viento, la lluvia, el mar…  los pájaros. El mundo necesitaba silencio. Silencio. Mucho silencio. Muchos silencios.

Respirar profundo, saber que no estás solo, que alguien comprende y respeta eso que das, eso que os une. Silencio. Transmitir en una caricia, en un beso, dulce, decir, explicar sin palabras. Poder hablar con una mirada. Mirarse, mirarse y comprender que no haces el camino solo, que no importa lo que haya ocurrido antes, solo el presente, el momento, la persona, el silencio, solo el silencio, y la mirada, esa mirada que dice todo, que te transporta a un mundo interior desconocido, a un mundo compartido.

Así era el amor que sentía por Sergio, sin preguntas, sin respuestas, y así estaba bien.

No necesitábamos las palabras para saber que yo era su mundo y él el mío. Podía ser difícil de comprender, pero así era.

Preparábamos las maletas para regresar a casa y lo hacíamos con tristeza. Lo que habíamos compartido esos días iba a ser difícil de compartir en la ciudad. La mirada de Sergio coincidió con la mía, sonreímos, seguimos pasándonos ropa. Cerramos las maletas y los dos nos sentamos a los pies de la cama, en silencio. Sergio me cogió la mano y yo posé mi cabeza en su hombro. Así nos quedamos un tiempo. Se hizo tarde.

-¿Llamamos a tu madre?

-Yo conduciré.

Fuimos al coche, guardamos las maletas y nos volvimos para mirar la cabaña, suspiramos. Estos días habían supuesto una etapa más en nuestras vidas, un refuerzo en nuestra unión. Las almas a las que una vez unió el silencio permanecerán siempre unidas. Siempre.

 

2 comentarios sobre “35.El haber podido pasar esos días tranquilos resultó beneficioso para los dos

  1. Cuando el Silencio entre dos personas deja de ser molesto, es que las dos, se han convertido en una. Saludos Talara… como siempre enganchando a tus lectores.

    Gracias por hacernos sentir y vivir tus escritos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.