37.Cuando se lo conté a Sergio no podía creérselo

Cuando se lo conté a Sergio no podía creérselo, ¡mi madre con Javier! Le parecía increíble pero bien, los dos eran mayores y podían hacer de su vida lo que les apeteciera, si a mi me parecía bien él estaría encantado.

Los días pasaron con tranquilidad obviando que quedaba poco para mi partida. Regresaría a Australia la última semana de septiembre. Ya me quedaban pocos días y me daba mucha pena tener que despedirme de Sergio.

-¿Por qué no vienes conmigo?

-Ya lo hemos hablado. No puedo, no es el momento. A lo mejor un poco más adelante lo intento.

-Piensa que voy a estar hasta diciembre y después regresaré no sé si definitivamente o no. Quizás no vuelvas a tener otra posibilidad de viajar al otro lado del mundo.

-Lo sé. Este es el momento, pero lo tengo complicado, sobre todo después de mi desmayo, el médico quiere seguir haciéndome pruebas porque no se cree que me haya ocurrido a mi. Quiere descartar cualquier posible complicación.

-Esta vez me voy más triste. Me apetece volver a ver a Emily, pero ahora voy con miedo a que me pase algo a mi o a que te pase algo a ti.

Sergio se acercó a mi y me abrazó.

-No te preocupes por nada. No tiene por qué ocurrirnos nada, ni a ti, ni a mi. Disfrútalo. Id a todos esos sitios que habíais planeado. Pasadlo bien. Ya te dije que Thomas está dispuesto a seguir haciendo de guía para ti y a seguir velando por ti y porque no ocurra nada raro. Ahora no pienses en eso y arréglate, anda, o llegaremos tarde.

Javier nos había invitado a su casa a cenar para hacerme una despedida un poco íntima, sólo mi madre, él y nosotros dos. Era lo que menos me apetecía, pero ella era mi madre y él mi jefe, así que no tenía más opción que la de acudir.

La cena transcurrió sin nada que destacar, sólo que al principio la situación resultó un poco cortante. Mi madre intentaba salvar los intentos de conversación sonriendo y animándonos a seguir haciéndolo.

-Talara, espero que esto no cambie nuestra relación, lo lamentaría mucho, a parte de tu jefe siempre fui tu amigo y espero que todo siga igual.

-Si, si, no te preocupes por eso, todo sigue igual, sólo que ya no podré criticarte a mi madre.

Javier se rió mientras mi madre se hacía la ofendida.

-¿Cómo? ¿Me criticabas delante de tu jefe, mi amigo de toda la vida?

-No, mamá. Parece mentira, sabes que con todo eso siempre he sido muy discreta.

Javier llenó nuestras copas de champán y brindó por mi estancia en Australia, por mi, por Sergio y cómo no, por mi madre, la anfitriona y su compañera. A mi consiguió emocionarme, mi madre se puso colorada y Sergio no hacía más que aplaudir la noticia.

Cuando nos despedimos mi madre se emocionó.

-Mamá aún estaremos juntas toda la semana.

-Llámame tonta, cielo, pero estoy muy nerviosa por tu marcha, no sé…

Dejamos a mi madre emocionada en brazos de Javier y bajamos al coche.

-Sergio, a mi me pasa lo mismo, hay algo que me dice que esta vez no va a ir todo tan bien.

Sergio me abrazó y acarició con suavidad mi pelo.

-No pasará nada Talara.

Parece una tontería pero las palabras de Sergio siempre me tranquilizaban.

En la radio del coche sonaba «Mira dentro» de Maldita Nerea: «Algo de LUZ a este desconcierto… Dejaré mi puerta bien abierta para cuando quieras volver…» No pude terminar de cantar, empecé a llorar como una tonta, a llorar de esa manera que a veces me mataba porque me impedía respirar, como si alguien intentara quitarme todo el aire que llevaba dentro y vaciarme, dejarme vacía e inútil, hueca por dentro, destrozada por fuera.

El jueves saldría destino Australia y no estaba tan emocionada como la primera vez. Algo en mi cabeza, y lo peor, algo en mi corazón, me decía que quizás esta reunión no podría repetirse nunca.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.