38.Sentada en el avión, con un nudo enorme en la garganta

 

Sentada en el avión, con un nudo enorme en la garganta, mis manos temblaban, mis ojos empezaban a no dejarme ver por causa de esa neblina que indicaba que en cualquier momento una lágrima iba a caer. A punto de despegar, mirando por la ventanilla…

Esta vez Sergio me había acompañado al aeropuerto. Tuvimos que salir muy temprano pues mi vuelo hacia Londres despegaba a las 6:45. A penas hablamos en el trayecto, él conducía y yo lo miraba intentando grabar cada uno de sus gestos, cada una de sus marcas, cada una de sus facciones en lo más profundo de mi alma. Quería a Sergio, pero en cada una de nuestras despedidas sentía que algo se rompía en mi interior.

-Te quiero.

Despegó por un segundo sus ojos de la carretera para mirarme.

-¿Estás bien?

-Si, sólo te dije que te quiero.

-No hagas que me ponga tierno a estas horas de la mañana. Tendría que parar el coche… perderías el avión.

-¿En qué estás pensando?

-Mejor no quieras saberlo.

Sacó su mano derecha del volante y la puso sobre mi pierna, acariciándola y tensándome.

Dejamos el coche y antes de entrar en el aeropuerto me abrazó y me besó, de esa manera que sólo saben hacer unos pocos, cortando la respiración, haciéndome sentir aire, aire que penetraba en él y en él permanecía, aire que recorría su cuerpo, aire que nublaba mi cerebro.

Tomamos algo en la cafetería y vi que ya tenía que pensar en embarcar. Nos pusimos de pie. Nos miramos, lo abracé y salí corriendo hacia el control, sin mirar atrás. Después de colocar mis cosas en la bandeja me giré a ver si aún estaba y efectivamente, no se había movido. Lo saludé con la mano, sonrió, pasé el control y cuando volví a mirar Sergio ya no estaba.

-Sergio…

Pronuncié su nombre en un susurro de voz casi imperceptible, quemando mi garganta al pronunciarlo. Las lágrimas caían sin remedio. Dí un corto paseo hasta el baño para lavarme la cara y que nadie me viera de esta manera, al mirarme al espejo me descubrí agotada, sin fuerza, triste… Los acontecimientos de este último año me habían hecho envejecer, o así me sentía: abatida.

No había mucha gente en el vuelo, viajé sola, sin compañeros de asiento, mirando por la ventana, cerrando los ojos y pensando, recordando… Sergio era mi único pensamiento, un escalofrío recorrió mi espalda y me abracé, como había hecho muchas veces en mi vida, para sentir un calor que no era de nadie, sólo mío, de mi alma, para dejar de sentirme sola, para sentirme acompañada. Ese abrazo me envolvía en momentos de tristeza, cuando ya no podía más y necesitaba sentir el contacto cálido de unos brazos. Quizás por eso cada vez que me cruzaba con alguien que llevaba un letrero de «regalo abrazos» me acercaba a abrazarlo. Sabía, por propia experiencia, lo necesario que era sentirse encerrado, a veces, en ese lugar del que es tan difícil regresar: el abrazo.

En el aeropuerto de Londres no tendría mucho tiempo, el vuelo saldría sobre las 14:30. Me daría tiempo a mirar rapidito alguna tienda, tomarme un café y no mucho más.

 

 

2 comentarios sobre “38.Sentada en el avión, con un nudo enorme en la garganta

    1. Gracias a vosotros que me leéis con tanto cariño. Te regalo mi abrazo. ¡Qué importante es sentirse querido en un abrazo y qué poca importancia le damos! Si nos abrazásemos más nos iría muchísimo mejor. ¡Gracias!

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