15.Aquí nadie sabía nada

Aquí nadie sabía nada, o por lo menos no había salido ninguna noticia relacionada con Japón ni con el espionaje industrial, ni en prensa, ni en radio, ni en televisión. En mi empresa tampoco habían oído nada, y mi amiga Martina estaba sorprendida por el suceso. Japón era un sitio relativamente tranquilo y lo de las escuchas telefónicas no estaba muy aceptado. Pero lo que tenía claro era que algo estaba ocurriendo. Cuando había hablado con él su voz no sonaba normal, estaba intranquilo. Y yo aquí tan lejos que no podía hacer nada. Realmente sólo podía esperar, esperar de nuevo una llamada fugaz e inquietante.

Mi cabeza no dejaba de pensar, le daba vueltas y más vueltas, seguía sin entender. ¿En qué estaban trabajando? ¿Qué proyecto estaban manejando para que fuera tan importante el silencio? Sabía que el secreto profesional era de vital importancia cuando había perspectivas de un nuevo trabajo, y más si era internacional. Todos los ingenieros, de cualquier empresa corríamos el riesgo de ser investigados e incluso espiados, pero nunca lo había visto tan cerca. Siempre había rumores, pero era algo en lo que realmente no pensaba. No me agradaba sentirme insegura. No me gustaba pensar que alguien estaba metiendo sus narices en mis cosas.

¿Sería casualidad? ¿Sería el poder de la mente? El caso es que poco después de hablar con él llamé a mi madre por teléfono, cuando descolgó, una voz varonil sonó de fondo y lejana al tiempo que ella preguntaba: -¿Quién es?- Me sorprendió lo mal que la escuchaba, la conversación se entrecortaba continuamente y percibía algo de fondo, no sabría decir muy bien qué. Quizás me estaba obsesionando demasiado.

Después de colgar encendí el ordenador, tenía un nuevo correo, era de Amnistía Internacional, pensé que de nuevo me pedirían mi firma para intentar salvar a una mujer de ser lapidada, a un estudiante de la cadena perpetua, a un huelguista de la pena de muerte, así que inmediatamente lo cargué, era importante firmar cuanto antes en estas campañas, pues las acciones eran inminentes. Cuando lo abrí vi asustada el asunto: «Talara, a ti también te vigilan«.

 

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