43.¡Las últimas ballenas de la temporada!

-¡Las últimas ballenas de la temporada! ¡Vamos! ¡Despierta Talara, o te volverás a España sin haberlas visto!

-¿Qué? ¡Oh, Emily! ¿Qué ha pasado?

-¡Vamos! ¡Levántate de una vez! ¡El desayuno está servido! ¡Vamos!

Emily tiraba de mi intentando sacarme de la cama, y yo con taquicardia pensando que había un terremoto o algo similar.

-¡Por Dios, Emily! ¡Me sale el corazón por la garganta del susto que me has dado!

-¡Venga! ¡Perezosa! ¡Levántate ya! Ha llamado Thomas, han avistado ballenas cerca de Victor Harbor, en Port Elliot, deben ser las últimas rezagadas. Yo pensé que ya no las podrías ver y mira. He quedado con él. Vendrá a buscarnos en media hora. ¡Vamos!

-Está bien, está bien. Pero tranquila, necesito desayunar y ducharme sin tanta presión o no funciono bien.

Hasta Spike se había conjurado contra mi dando saltos, metiéndose entre mis piernas, ladrando y moviendo el rabo. ¿Qué pasaba en esta casa?

Al salir de la ducha mis neuronas empezaron a reaccionar y ya me puse en acción.

-¡Ayúdame a meter en el coche las tablas, anda!

-¿Vamos a surfear?

-¡Pues claro! ¿No querías saber lo que se siente con las ballenas? ¡Hoy lo averiguarás! Pero vamos, date prisa que aún tardaremos en llegar. A ver si tenemos suerte.

Al abrir la puerta Thomas nos esperaba en su coche, con sus tablas en la baca. Nos ayudó a sujetar las nuestras en su sitio.

-¡OK! Subid al coche y en marcha. Pensé que ya no las veías, la mejor época es julio y agosto. A ver si aún están. Tengo un colega que siempre me avisa. Dame un abrazo Talara, te echaba de menos.

Me abracé a Thomas y por el rabillo del ojo vi la cara de fastidio que ponía Lucy. Él se debió de dar cuenta.

-Perdona a Lucy, no se encuentra muy bien hoy, estuvo a punto de no venir, pero mi poder de convicción ¡es enorme!

Realmente Thomas era encantador.

Llegamos y aún era temprano, temprano para mi, no para los australianos, ¿es que ni a uno sólo le costaba trabajo madrugar?

Enfundados en los neoprenos, con las tablas en mano, bajamos a la playa. A simple vista sólo estábamos nosotros, los paseantes habituales, un par de surfistas más, algún mirón pero ni una sola ballena.

-Vaya, ¡ya no están!

Lo dije tan triste que Thomas se acercó a mi dándome un empujón con su cadera y lanzándome un par de metros más allá.

-¡No seas llorona! Que no las veas no significa que no estén. ¡Vamos! ¡A calentar!

Hicimos el calentamiento en la playa, corrimos, saltamos, nos doblamos y por fin nos lanzamos al agua, las olas eran más bien flojitas, de esas que tienes que esperar y casi tienes que empujar tu con tu cuerpo para animarlas. Sentadas en la tabla Emily y yo mirando al frente y charlando, Thomas y Lucy un poco más alejados.

-¡Qué día más bueno!

Después de un rato diciendo tonterías, riendo, miré a Emily y la vi volverse blanca de pronto.

-Emily, ¿te encuentras bien?

No me contestó, pero cada vez estaba más pálida. Oí un murmullo de la gente que estaba en la playa, como si todo el mundo estuviera nervioso por algo. Cuando me iba a girar para mirar en la dirección en la que todo el mundo miraba una ola sacudió mi tabla al tiempo que escuché un burbujear que no era más que una ballena casi rozándome saliendo a la superficie a respirar. Por un momento pensé que me iba a desmayar, intenté mantener el equilibrio en mi tabla y la calma, que no era poco. La alegría, el miedo o el instinto de supervivencia que todos tenemos, consiguieron que aguantara la respiración durante unos segundos, mirando, atónita, cómo se giraba y daba la vuelta a penas rozándome y se despedía de nosotros saludando con sus enormes aletas a medida que se iba alejando de la playa, a su lado, su familia, una ballena de su mismo tamaño y otra algo más pequeña. La gente aplaudió y yo no podía separar mis ojos del horizonte. Una enorme ballena había rozado mi pierna y seguía viva para contarlo. No me había atrevido a mover ni un dedo, ni a tocarla. Iba a caerme de la tabla cuando vi cómo se acercaban a mi Thomas y Lucy.

-Dios mío, Talara, ¿estás bien? Por un momento tuvimos miedo, pensamos que podía tirarte de la tabla.

Nadie podía dejar de hablar de lo sucedido, era la comidilla de la playa. Conseguimos mesa en el bar y el dueño nos invitó a ostras.

-Nunca habíamos visto ese acercamiento tan rápido a nadie en la playa y tu ni te has inmutado. ¡Fue genial!

Si, había sido genial, una experiencia maravillosa y que por suerte sólo se había quedado en una anécdota para contar en las reuniones de amigos o en las familiares. Un mes ya había pasado de eso y ahora lo revivía mientras leía mi diario.

Un comentario sobre “43.¡Las últimas ballenas de la temporada!

  1. I wanted to thank you for this great read!! I definitely enjoyed
    every little bit of it. I have got you bookmarked to check out
    new things you

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.