46.¿De quién me fiaba demasiado?

 

¿De quién me fiaba demasiado? ¿Quién me enviaba este mensaje y por qué? Después de unos minutos pensando me tiré en la cama mirando al techo y comencé a reír. ¡Era ridículo! ¿Por qué iba a fiarme de un payaso al que no había visto en mi vida? Podía haberse equivocado de persona al entregar el papel, si me fiaba de la nota, realmente tendría razón el que la escribió. La guardé en medio de un libro y apagué la luz.

No fue fácil dormir esa noche, la cara de cientos de payasos revoloteaban cerca de la mía. Me levanté varias veces a beber y en una de ellas me crucé con Emily.

-¿Estás bien?

-No paro de ver payasos por todas partes en mi sueño.

-No sabía que tuvieses miedo a los payasos o no te habría llevado a ver la cabalgata.

Nos reímos mientras nos preparábamos un vaso de leche.

-Emily, en la cabalgata… me ha pasado algo…

-¿Y qué te ha pasado?

-Un payaso…

Emily se atragantó y la leche que bebía en ese momento salió disparada. Comenzó a toser.

-Hablo en serio.

Dejó de toser y me miró seria.

-Me ha entregado una nota.

-¡Y a mi un caramelo!

-Emily, ¡no te burles!

-Perdona. ¡Cuéntame, vamos!

-El payaso me entregó un caramelo y una nota.

-¿Qué decía? «Tu mala suerte no ha hecho más que empezar, pero aguantar a Emily tendrá su recompensa» «La última carroza es la de Papá Noel y si no sonríes no te regalará nada»

-¡Emily!

Seguía riendo.

-¡Perdona, es que es genial!

-No es genial, Emily. Por un momento me ha preocupado.

-Perdona, vamos, soy estúpida. ¿Qué ponía la nota?

Fui hasta mi habitación a cogerla, se la enseñé. Su gesto cambió de golpe.

-Hay que enseñársela a Thomas.

-Por Dios, ¡era un payaso! Me preocupó en un principio, pero hacerle caso a una nota de alguien al que no conoces es absurdo, ¿no crees? Es entrar en un círculo del que no hay salida y no quiero eso. Te lo conté para ver si dejo de ver payasos y puedo dormir.

-¡Qué tontería! Tienes razón. Es absurdo preocuparse por algo que viene de la mano de un desconocido.

A la mañana siguiente, la cara de Emily reflejaba que no había podido dormir. Pero no volvimos a hablar más del tema.

Las semanas se pasaban rápido. Había tenido que hacer muchas visitas de trabajo. A sólo un par de días del último fin de semana de mes Emily tenía una sorpresa para mi.

-¡He conseguido billetes para Alice Springs!

Me los enseñaba moviéndolos entusiasmada. Se los arranqué de la mano, leí y me puse a dar saltos de alegría con ella.

-¡Por fin!

-No iba a permitir que te fueras de Australia sin conocer su centro. Recuerdo nuestras conversaciones en la época de la universidad y tus deseos de conocer el corazón de la cultura aborigen.

-Piensas en todo Emily. ¡Eres un sol! Desde que un día me lo mostraste no he podido dejar de pensar en él y de investigar. Es impresionante. Venir a Australia y no ir a ver el Uluru no me lo perdonaría en la vida. Ya tengo ganas de llegar.

-Pues ve preparando las maletas que nos vamos mañana.

-¿Qué? ¿Mañana? ¿En serio? ¡Dios mío, así de improviso! No sé si me dará tiempo a preparar todo.

-¿Qué tienes que preparar? Coges unas mudas, crema solar, sombrero, pasaporte, cámara y ya. ¡Venga! ¿A qué estás esperando? ¡Ve a prepararte!

Estaba tan nerviosa y tan histérica que comenzaba a agobiarme por si había metido todo en la maleta, por si no me olvidaba de nada. Sonó mi teléfono, dándome un susto de muerte.

-¿Si?

-Hola cariño

La voz de Sergio me tranquilizó, me senté en la cama.

-¿Cómo estás?

-¡Hola! ¿Sabes a dónde nos vamos mañana?

-¿Al Uluru?

-¿Cómo lo sabes?

Estaba sorprendida, y Sergio no paraba de reír del otro lado.

-¡Tonta! Me ha llamado Emily para decírmelo.

-¡Estoy como loca!

-Ya supongo, por eso te llamo ahora, sé que mientras estéis allí no voy a poder hablar contigo.

Estuvimos hablando un buen rato, yo ya estaba estirada en la cama, ya me había relajado, después del día tan emocionante, me había venido bien hablar con Sergio.

-¡Pasadlo bien! ¡Envíame una postal desde allí! ¡Sabes que me encanta recibirlas! Un beso, cariño.

-No te prometo nada. Te quiero, Sergio.

No sé si llegó a oírme, pero yo me quedé como nueva. Pegué un brinco y fui a la cocina a ver qué preparaba Emily.

-No sé si voy a poder cenar algo, estoy tan nerviosa… Nos vamos al Uluru, nos vamos al Uluru…

Nos pusimos a bailar y a cantar describiendo círculos con los puños.

A la mañana siguiente amanecimos a la vez. Estábamos entusiasmadas. Emily sólo lo había visitado una vez de pequeña  y sólo recordaba que le había impresionado.

Después de desayunar cogimos nuestras maletas y salimos hacia el aeropuerto.

-¡Uluru, prepárate que vamos!

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