51.No puedo abrir los ojos

No puedo abrir los ojos. Estoy…, soy…, bueno… no sé… Sigo escuchando voces lejanas, a veces, sólo a veces. Intento reconocerlas, no entiendo lo que dicen. Prefiero la paz, la siento, la presiento, ¿será esto el cielo? Estoy sola, ahora comprendo, sola con mis pensamientos, pero estoy bien. Siento una paz que nunca antes había sentido, y me gusta. Entre luces y sombras; a veces claridad, otras oscuridad, duermo, o eso creo. Tal vez esté en un sueño, no siento dolor ni tengo miedo. Alguien dice, a lo lejos, mi nombre, me reconozco en él, intento contestar, hago un esfuerzo…, no tengo voz. No recuerdo…

-Talara, despierta. Por favor, despierta.

Me suena esa voz que pronuncia mi nombre. Algo me roza la mano, quizás una caricia. Estoy bien, quiero que sepa que estoy bien, relajada, tranquila, y no necesito nada más, por fin tengo la calma que tanto buscaba.  A veces vienen a visitarme recuerdos de la niñez, momentos felices que han marcado mi vida: instantes con mi familia, amigos de juventud, mis amores… ¡Cuánto amé! ¡Cuántas personas pasaron por mi vida! ¡Cuánto amor he sentido! ¡Cuánto agradecimiento! Reconozco a todos y comienzo a recordar sus nombres. Ahora me siento triste, y sola, y pienso en lo importante que es querer y sentirse querido, y pienso si habré mostrado mi amor a todas esas personas que ahora veo en mi sueño. Lloro, lo sé porque siento la humedad bajando por mis mejillas. De nuevo una voz dice mi nombre, me acarician. Oigo llorar y siguen diciendo mi nombre. Gritos de alegría. Siento pequeñas bofetadas en mi cara.

-Talara. ¿Puede oírme?

¡Claro! ¡Perfectamente! Lo pienso, pero no lo digo, no puedo decirlo. Se acabó mi paz, siento demasiado ruido, como si mi cerebro trabajase a toda velocidad para darme todas las explicaciones que le pido.

Revivo una y otra vez ciertos momentos, mi mente recuerda cosas que nunca pensé que aún estuvieran ahí: letras de canciones de juventud, momentos de amistad delante de un café, confesiones de amor, luchas internas, lágrimas.

-Talara. Talara, por Dios, no te vayas.

Reconozco la voz, eso creo. No puedo irme, no puedo moverme.

-Te quiero.

Algo húmedo roza mis labios. Me ha besado y un nombre: Sergio, ha aparecido en mi cabeza. Recuerdo, recuerdo cosas, sensaciones. Escucho  y empiezo a pensar que hablan de mi. Frases sueltas que van abriendo pequeños huecos de luz en mi silencio.

-¿Qué tal el viaje? ¡Qué bien que hayas podido venir! Lleva así varios días. Si no llega a ser por vosotros…

-Su madre fue la que descubrió todo, en realidad. Escuchó unas conversaciones telefónicas que destaparon todo. Su discreción y su compromiso surtieron efecto. Teníamos miedo porque ella también corría peligro, si Javier la hubiera descubierto…

Javier…, mi jefe…, amigo de la familia…, actual novio de mi madre… Los recuerdos comienzan a agolparse en mi cabeza. ¿Es posible? Parece que si.

-Están todos en la cárcel y esta vez está todo atado y bien atado. Desde el principio fue Javier, contrató a Alfonso y a Martina… lo que le ocurrió el año pasado… ¿Te ha contado, no? Dos años sufriendo acoso sin saber…

-Lo sé, pero lo que ha pasado aquí…

-Lo que ha pasado aquí también. Todo era un montaje… le interesaba vender su proyecto, si alguien robaba la información, él podría deshacerse de la empresa alegando quiebra, dejaría España y con el dinero que recibiría además de una de las empresas internacionales más importantes del planeta para poder seguir manejando la explotación del tantalio, viviría más que tranquilo en uno de esos paraísos que hay por el mundo adelante. ¡Es increíble!

-¿Y la araña?

-Los dos hombres que detuvieron en Alice Springs eran de la trama, venían a deshacerse de ella, pero la araña… le pagaron a una de las limpiadoras, aunque aún no sabemos cómo han podido traerla hasta aquí.

-Sergio, parece que se mueve…

-Talara…

Mi cabeza estaba intentando procesar la información que acababa de escuchar. Demasiados datos en poco tiempo, pero reconocía los nombres de las personas… El saber que todos estaban en la cárcel, aún sin saber quienes eran «todos» me daba una tranquilidad que sentía me habían arrancado hacía tiempo. Sabía ahora, que mi viaje a la montaña sagrada había sido una bendición. Todos los pasos que damos en nuestra vida, por pequeños que nos puedan parecer, son importantes, nos acercan a nuestro destino. No sé de dónde me salieron las fuerzas, ni por qué pude abrir los ojos en ese momento, pero por la cara de sorpresa y el cariño que vi reflejado en los ojos de mis amigos valió la pena todo mi sufrimiento.

-Sergio…, Emily…

El abrazo que recibí hizo que saltaran todas las alarmas de los aparatos que tenía conectados, un equipo de médicos y enfermeras apareció por la puerta y lo recolocó todo de nuevo.

-La paciente se recupera pero aún necesita nuestras atenciones. ¡Bienvenida de nuevo al mundo de los vivos!

 

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