En la playa había más gente que otras veces, pero lo normal cuando empezaba el buen tiempo. Todos necesitábamos lo mismo: sol, calor. El invierno siempre era duro. En primavera había que templar el espíritu para poder resistir un poco más hasta llegar a las vacaciones de verano.
Me detuve, cerré los ojos, aspiré profundamente esperando que el aire que llegaba hasta mis pulmones me inundara de calma.
Comencé a caminar intentando ver con claridad si todo lo que me estaba pasando era real, era casualidad, o era fruto de mi fantasía. Qué fácil era, a veces, dirigir el pensamiento hacia la conspiración, continuamente nos bombardeaban con esas ideas, y con una pizca de imaginación era fácil crear un mundo perverso. Tenía que conseguir aclarar mi cabeza, dejar la mente en blanco, aunque solo fuera unos instantes. Iba tan absorta en mis pensamientos que apenas era consciente de la gente que paseaba cerca de mi, casi rozándome.
Alguien me tocó por la espalda. Me giré sobresaltada para comprobar que de nuevo venía a saludarme «el chico de la playa».
-Hola. Hace días que no vienes.
-Hola. Tampoco tantos. Desde que hablamos he vuelto varias veces.
-Lo sé.
-¿Me estás vigilando? -Mi corazón comenzó a latir tan fuerte que estaba segura de que él podía escucharlo.
-Yo no. Pero como prácticamente vivo aquí, conozco a todos los paseantes. A veces te veía tan concentrada que por eso no me acercaba a saludarte. Temía tus reproches.
-Jajaja. ¿Me estás diciendo que me temes?
-Noooo. Pero me infundes un poco de respeto, y antes de tener aquí a la policía preferí ignorarte.
-¿Te da miedo la policía?
-No. Me das miedo tú llamando a la policía.
Hizo conmigo el camino, a veces callado, a veces hablando, a veces riendo. Consiguió tranquilizarme unos minutos.
-Por cierto, mi nombre es Sergio.
-Me gusta: Sergio. Suena bien.
-Significa guardián.
-¡Anda! ¿Así que guardián?
-Si. Puedo ser tu guardián si quieres.
-La verdad que no me vendría nada mal, ¿sabes?
-A partir de ahora seré tu guardián. ¿Y tú, cómo te llamas?
-Talara
-Talara- Lo pronunció de una manera tan sensual que creo que me puse colorada- bonito nombre. Talara, nunca lo había escuchado antes.
-Hay una ciudad que se llama así en Perú, creo. Pero mi madre dice que significa lluvia en aborigen. Y a mi madre le gusta la lluvia y lo aborigen.
-Sabia tu madre.
Continuamos andando en silencio un buen rato, sin mirarnos, apenas rozándonos. Me acompañó hasta el coche, tomó mi mano entre las suyas, la acercó a sus labios y la besó. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
-¿Volverás?
-Volveré.