Aparentemente no faltaba nada, o más bien, no echaba nada de menos, pero en el estado de nerviosismo en el que me encontraba y tal como estaba la casa era lógico. Lo único que me había llamado la atención había sido mi ordenador. Siempre lo dejaba apagado y desconectado de la red eléctrica, en previsión de posibles tormentas, había tomado esa rutina animada por un amigo informático. Ahora estaba enchufado y en modo reposo, estaba claro que esperaban encontrar algún tipo de información. Quizás tuviera razón la policía cuando me decía que había llegado antes de lo que esperaban, y los había sorprendido dentro, pero ¿qué buscaban? en su memoria no había nada susceptible de ser robado, era mi ordenador personal, no el del trabajo, ¿sería eso?, ¿alguien estaría buscando mi ordenador del trabajo? pero ¿para qué?
Martina me vio tan nerviosa que me cogió del brazo y me bajó a la cafetería a la que solíamos ir, me pidió una tila bien cargada. Yo sólo tenía ganas de caer dormida hasta que todo se aclarase, pero me conformé, ¡qué remedio!, mi amiga Martina enfadada era peor que un programa de televisión de esos en los que no paran de gritarse unos a otros y me volvían loca.
En la radio sonaba «Every breath you take» de Police. Siempre me había gustado, me parecía una de las más bellas canciones de amor que había escuchado en mi vida. Frases como: «Te estaré mirando», «sueño por la noche, sólo puedo ver tu cara», «echo de menos tus abrazos», «me perteneces», hacían que un escalofrío recorriese mi espalda, me trasmitían amor, deseo, incluso podía sentir su soledad. Un día, por casualidad, había leído que el propio Sting explicaba que era un tema de acoso: «I’ll be watching you» se refería a vigilar y no a mirar. Era una historia de desamor, de obsesión por controlar al otro, por acecharlo. Ahora mi obsesión era otra, no podía sacarme de la cabeza que alguien me vigilaba a mi, pero seguía sin entender las razones.
¿Debería acudir a la policía y contarle lo del ordenador o intentaba relajarme, darme tiempo y pensar con claridad los pasos a seguir?
Le pedí a mi amiga que se quedara en mi casa esa noche y después de intentar convencerme, en vano, de ir mejor a la suya, accedió a dormir conmigo en mi habitación. Esa noche apenas pegamos ojo, entre la charla, los ruidos normales de una casa, los gritos del exterior y el nerviosismo acumulado, debimos descansar apenas quince minutos. El día se nos iba a hacer muy largo.