32.Comprendía lo difícil que podía resultar vivir con una embarazada.

Comprendía lo difícil que podía resultar vivir con una embarazada. Siempre ensimismada, con cambios de humor muy profundos y fuertes, de la euforia a la más absoluta tristeza, siempre pensando que todo lo que ocurría a mi alrededor me afectaba y era yo la responsable, malinterpretando gestos, palabras y acciones, sintiéndome susceptible continuamente. Todo giraba, de una manera u otra en torno a mi y mi barriga. Me sentía como única mujer especial en el mundo, única en sentir tanto, única en amar tanto. Única en suerte y única en desdicha. Era feliz y no quería ni estaba dispuesta a que cualquier pequeñez enturbiase esos días de felicidad. Resumiendo: vivía en mi mundo y me sentía especial, porque realmente lo era, no todo el mundo podía estar en el mismo estado en el que me encontraba yo ni sentir lo que yo sentía.

Comenzaba a entender a los padres, sus prohibiciones, sus luchas internas, sus emociones, sus responsabilidades. Eso era lo que más pesaba en mi, la responsabilidad. Sentirme responsable de otra vida, de lo que podría ser y dejar de ser por como yo lo llevara y lo guiara. Ser responsable de lo que le pudiera suceder desde el minuto uno en mi cuerpo. Estaba unido a mi y estaba unido a mi destino. Lo que a mi me sucediese en este tiempo sería su sino.

Comencé a darle importancia a las personas que habían formado parte de mi vida. Había estado unida a mi madre por lo que ahora era mi ombligo, un pequeño metido hacia adentro con apariencia de nudo en medio del cuerpo había servido durante unos meses de unión y comunión con nuestra madre. En estos meses me sentía cada vez más unida a ella y cada vez la veía de una manera más tierna. Siempre la había querido, pero ahora la necesitaba a mi lado, la sentía como una igual, me sentía protegida y comprendida. Sólo una mujer que pasó por determinados momentos en su vida comprende a otra mujer que está pasando por lo mismo.

Sergio a veces se sentía desplazado en nuestras conversaciones optando unas veces por salir a pasear y otras por quedarse observando cuánto nos parecíamos mi madre y yo. en una de esas salidas regresó con dos ramos de flores, uno para mi y otro para mi madre.

-Me emocionas, Sergio. Creo que vas a ser el mejor padre del mundo. ¡Qué bien los estás cuidando!

Mi madre abrazó a Sergio con fuerza.

-Tu hija me ha convertido en el hombre más feliz del mundo y cuando está contigo se relaja muchísimo, me encanta verla tan tranquila a tu lado. He tenido mucha suerte encontrándola y estoy muy agradecido por los cuidados que le das. Los dos te queremos de veras.

Mi madre no aguantó las lágrimas de la emoción y comenzamos las dos a llorar como dos tontas, las dos nos sentíamos un poco susceptibles. A mi madre, de alguna manera, también le afectaba mi embarazo. Iba a ser abuela. Y eso también era un privilegio.

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