23.Si alguien me estaba siguiendo…

Si alguien me estaba siguiendo… ¿Qué debía hacer? ¿Ir de nuevo a la policía? ¿Esperar a comprobar si era verdad o no? No podía esperar. Si fuese cierto corría peligro. ¿Corría peligro? Esas dos palabras sonaron como un mazazo en mi cabeza. ¿Por qué iba a correr peligro? Cada vez entendía menos la situación: un novio espiado que no contactaba conmigo, un intento de robo en mi casa, y ahora ¿me seguían? ¿Cómo iba a superar esto yo sola? Pediría un tiempo más de baja en el trabajo y me iría a casa de mi madre a pasar unos días. Sergio se había ofrecido a acompañarme. Sergio. Empezaba a gustarme este chico, pero …¿Podía fiarme de él? A penas le conocía. En un par de meses desde nuestro primer encuentro significaba ya más para mí, que muchas de las personas que conocía desde hacía años y con las que quedaba constantemente para charlar de nuestras cosas y tomar un café… ¿Cómo era posible, en tan poco tiempo, sentirse atraída por alguien del que sabía tan poco, más bien, del que no sabía nada? Sólo sabía que cada vez que me veía reflejada en sus ojos mi corazón latía más rápido, cada vez que me rozaba su cuerpo miles de hormigas recorrían mi espalda, cada vez que pronunciaba mi nombre mi mundo se detenía . ¿Por eso le creí? Pero… ¿Y si fuera él el que entró en mi casa? En muchas películas el malo era el último en aparecer en la vida del protagonista, alguien que parecía muy dulce, muy bueno, muy amable, pero a la hora de la verdad las apariencias engañaban siempre, y el que aparecía como un ángel terminaba siendo el diablo. ¿Y si fuese él el que espiaba el teléfono de Alfonso? No, el no podía estar en todas partes, aquí, en Japón. ¿ Y si fuesen varias personas pertenecientes a una banda internacional de delincuentes? ¿Por qué intentaba buscar una relación entre lo que le estaba pasando a Alfonso y lo que me estaba ocurriendo a mi? Podían ser casualidades. ¿Por qué iban a espiarnos a los dos? Trabajábamos en empresas diferentes, en proyectos distintos y que no tenían nada en común. Por más vueltas que le daba no encontraba ningún vínculo de unión entre lo que estaba pasando en Japón y lo que me ocurría a mi. Lo único que sabía era que esta situación se me escapaba de las manos y me estaba volviendo loca. No sabía de quién podía fiarme, empezaba a ver sólo en negativo y mis elucubraciones no me estaban llevando por buen camino.

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