37. Ya quedaba poco para ver a Emily

Ya quedaba poco para ver a Emily. Mi madre estaba emocionada, andaba como loca intentando arreglar la casa para recibir visitas: hacer camas, limpiar, dejar preparadas las cosas que necesitaríamos para alojarnos allí, llenar la nevera.

-No quiero que os falte de nada.

-Mamá, no vivimos a miles de kilómetros de un súper.

Protesté al ver todo lo que mi madre había comprado, pero mis protestas fueron ignoradas.

-Así nada os distraerá de vuestras confidencias. Dejo todo dispuesto para que no necesitéis salir de casa.

-Está bien. Pero tendré el coche aquí y tú estarás también, así que no hay que preocuparse si falta algo. Aquí todo se soluciona rápidamente.

Tras la noticia de mi embarazo mi madre había vuelto a revivir, volvía, casi, a ser la de siempre. Pero cuando le dije que Emily iba a venir y que ella también estaba embarazada desapareció de su alma cualquier atisbo de tristeza.

-¡Mis dos niñas, embarazadas y juntas!

Había tenido que sentarse para asumir tamaña alegría.

-¡Es una bendición del cielo!

Mi madre siempre había apreciado a mi amiga, pero desde que fue ella la que tuvo que cuidarme ese aprecio pasó a ser adoración.

-Yo te llevaré al aeropuerto a recogerla. ¿Ya sabes con quién viene?

-No, no me lo ha querido decir, es una sorpresa, sólo sé que es el padre de su bebé.

Había pasado una temporada tan preocupada por mi madre que me tranquilizaba verla tan feliz. Esperaba que su salud no se viese resentida por tantas emociones. El camino podía no ser fácil y el de mi madre se había vuelto empedrado, pero en estas últimas semanas había recuperado sus ansias por vivir. La había sorprendido hablando con alguna amiga por teléfono comentando lo que suponía en su vida ser abuela, la alegría de volver a tener un bebé en la familia. La traición personal de Javier la había herido casi de muerte, apagando de un plumazo su sonrisa que de nuevo parecía brillar.

La luz del sol ayudaba a sentirse bien, aunque el otoño nos hiciese parecer grises e hiciera llorar el alma, podía darnos pequeñas treguas.

-Espero no molestarte, pero me encanta la sensación.

No cesaba de pasar por mi lado con alguna excusa para tocar una y otra vez mi barriga.

-Es lo más bonito de ser mujer, es algo que los hombres nunca podrán sentir. Hay algo que nos une a todas y es la sensación de ser las responsables de una nueva vida, el sentirla durante meses y el parirla, sentir el vacío que deja y la responsabilidad que arrastra, el vínculo que crea. No sé, lo  entenderás en algún momento, seguro.

Miraba a mi madre como si estuviera delante de un extraterrestre. Ya me sentía unida a mi hijo de una manera plena y veía como algo maravilloso el hecho de poder sentirlo dentro de mi, moviéndose, interactuando conmigo. No había nada que pudiera molestarme. Me sentía más cercana a mi madre que nunca. Igual que mi bebé, yo había tenido esos lazos con ella, había ocupado su cuerpo, me había dado su aliento.

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.