36.Había momentos en la vida…

Había momentos en la vida en los que una persona, de pronto, sin motivo, podía sentirse sola, triste, o desubicada. Por alguna razón comenzaba a sentirme así, extraña en mi cuerpo y rara en mi alma. El tiempo me había demostrado que lo mejor para estas situaciones era regresar a algún espacio conocido que me transmitiera paz o en el que me hubiera sentido cómoda alguna vez, poder tener esa sensación de sentirse en casa, a salvo.

Lo primero que solía hacer al llegar a una nueva ciudad era buscar esa sensación, daba igual que la encontrara en un lugar abierto o en uno cerrado. Necesitaba sentirme acogida y protegida, sentir que pertenecía a ese lugar, así, en un momento bajo, de esos que sólo me apetecía escapar del mundo, esconderme o desaparecer, me dirigía a ese lugar reconfortante que me recordaba que era bien recibida, que estaba viva y que no tenía ninguna razón para huir.

El lugar en el que alguna vez me había sentido bien, en el que había forjado buenos recuerdos era el que realmente me hacía sentir como en casa allí a dónde fuera.

El mar era uno de mis espacios favoritos, daba igual qué costa fuera la que bañara,  a qué océano perteneciera, era lo general, era el conjunto, su sonido, su olor…, me mecía y me trasladaba siempre a momentos de mi vida en los que había reinado la paz. Me arrastraba al mundo mágico de los recuerdos… los recuerdos no eran más que otra manera de volver a vivir una parte pequeña de nuestra vida, una porción minúscula que nuestra mente, no sabía muy bien por qué, atrapaba y hacía que se repitiera una y otra vez. Yo tenía muy buenos recuerdos, recuerdos de personas, recuerdos de situaciones, recuerdos de emociones… Pero sabía que había que dudar de su fiabilidad, los recuerdos pasaban por el filtro de nuestra memoria y ella era la encargada de conformarlos, de decidir qué olvidar y de qué acordarse, a qué recuerdo darle más importancia y de cuál huir, incluso podía a veces variar lo ocurrido. ¿Cuántas discusiones había tenido sobre lo sucedido, sobre lo dicho o incluso sobre la fecha y el lugar de algo que recordábamos más de una persona? Daba miedo pensar que parte de nuestros recuerdos podían estar siendo falseados por nuestra memoria. ¿Cuántas veces no recordábamos un nombre, o a una persona o incluso un lugar? ¿Cuántas habían desaparecido hechos que otros recordaban y afirmaban que nosotros habíamos estado allí?

Si era fácil ser manipulados por nuestra memoria, mucho más fácil era sentirse manipulado por otras perspectivas, o por otras personas que habían estudiado la manera de manipular a los demás. Nadie estaba en poder de la verdad absoluta y nuestros pensamientos deberían ser capaces de diferenciar. Por eso necesitaba el mar, a veces tranquilo y a veces tempestuoso,  a veces luz y a veces oscuridad, como cada una de las personas que formábamos el universo.

Descalza, con los pies en el agua, paseando, serenando mi espíritu, el mar me había tranquilizado de nuevo. Me había hecho sentir en casa otra vez, me había reconfortado. Podía de nuevo respirar. Era consciente de que mi cuerpo cambiaba y de que mi alma también.

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