38.Por fin había llegado el día.

Por fin había llegado el día. Estaba tan emocionada que cuando Sergio se levantó para ir a trabajar ya estaba el desayuno en la mesa y todo recogido.

-Buenos días, cariño, ya veo que puede más la ansiedad de ver de nuevo a Emily que el cansancio por el embarazo.

-No podía esperar más a levantarme. Es como si por el hecho de estar levantada se me fuera a hacer más corta la mañana.

Me besó largamente en los labios.

-Disfruta el día, nos vemos por la noche.

-Así lo haré. No te olvides que hoy dormimos en la casa familiar. Procura no salir muy tarde.

Me puse toda melosa rozándome contra él como el que quiere que le den un mimo, una caricia, un beso.

-Voy a llegar tarde por tu culpa, no seas mala.

Me abrazó y me besó con ansia de poder terminar lo que habíamos empezado.

-Vamos, no te vayas aún, ven conmigo a la habitación.

-Hoy no puedo, llevo varios días llegando tarde y ya no se me ocurren excusas. Hoy tengo una reunión importante a primera hora.

Volvió a besarme y acarició mi barriga poniendo los ojos en blanco.

-Me matas, Talara. Te quiero.

Casi podría decir que se alejó corriendo. Estaba claro que la carne era débil. Me quedé sonriendo mientras terminaba de cerrar la maleta que ya había preparado.

-Espero no olvidarme de nada.

Desde que estaba embarazada había comenzado a hablar conmigo misma en alto, como si estuviera convencida de que el bebé me escuchaba, me sorprendía acariciándome y dirigiéndome a él como a otra persona más.

Me había tumbado en el sofá un rato de puro cansancio y ese rato debió convertirse en horas. Me desperté sobresaltada por el sonido insistente del timbre y del teléfono. Todo a la vez, casi me muero del susto.

-¡Ya voy!

Abrí la puerta y me encontré a mi madre pálida, a punto casi de desmayarse. Me abrazó.

-Hija mía, pensé que te había pasado algo. Llevo llamándote al teléfono una hora y tocando el timbre que pensé que los vecinos iban a llamar a la policía.

-¡Cómo te gusta exagerar, por Dios! La verdad es que madrugué muchísimo, me puse a hacer un montón de cosas y el cansancio se apoderó de mí así que decidí tumbarme un rato, pero veo que me debí quedar dormida como un tronco porque ni me enteré. ¿Qué hora es?

-Ya teníamos que estar en el aeropuerto. Menos mal que se retrasó el avión. ¡Vamos! Estás lista, ¿no?

-Déjame pasar por el baño, debe estar empujándome la vejiga que no puedo más.

Llegamos al aeropuerto cuando acababa de aterrizar el avión que efectivamente venía con media hora de retraso..

Mi madre y yo impacientes cada vez que se abría la puerta automática nos poníamos de puntillas para saber quién llegaba, pero nunca era Emily. Tuve que sentarme varias veces temiendo un bajón de tensión pues no había comido nada desde el desayuno y me notaba floja. Mi madre se había acercado a una de las cafeterías del aeropuerto a comprarme un bocadillo y un zumo de naranja de esos envasados y bastante dulces. Después de tomar un poco de cada cosa ya me sentía mucho mejor.

-¡Emily! ¡Aquí! ¡Emily!

Me giré en dirección a donde gritaba mi madre y efectivamente, allí estaba Emily, con una barriga de un tamaño parecido a la mía se dirigía hacia nosotros intentando correr, con una sonrisa de oreja a oreja y varias bolsas en las manos.

-¡Talara! Por Dios ¡Estás guapísima!

Nos abrazamos de medio lado y riéndonos las dos.

-¡Cuántas ganas tenía de verte! Emily, ¿no venías con alguien?

Emily sobresaltada se giró buscando a alguien.

-¡Dios mío! Lo he dejado solo con todas las maletas!

Emily desapareció entre la multitud que salía en dirección contraria a la suya y nos dejó a mi madre y a mi totalmente intrigadas.

 

 

 

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