La importancia de un nombre… Mi nombre siempre me había gustado, por original y diferente, por lo que significaba para mi madre, por lo que decía de mí. Cuando era pequeña pensaba ponérselo a mi hija, porque estaba convencida de que iba a tener una niña, pero con el tiempo había desistido un poco al comprender que un nombre tan diferente no siempre era bueno. Cualquiera podía identificarte, cuando alguien decía tu nombre todo el mundo sabía que era de ti de quien hablaban, daba igual en qué parte del mundo estuvieras, y eso era una cruz. Siempre había sido una persona discreta, en general tímida y eso hacía, por otra parte, que mi nombre no fuera muy conocido. A mi me gustaba, me sentía identificada, me agradaba su significado. Llamarse Talara, Lluvia, incluso en español, me parecía hermoso.

Era un arma de doble filo. Un nombre te gustaba o no dependiendo de cómo te cayera la persona que lo llevaba, generalmente las personas son las que hacen al nombre. Había nombres que no me decían nada, hasta que conocía a alguien que me encantaba, que veía noble, o bueno y entonces ese nombre pasaba a ocupar el lugar de los nombres mágicos de persona, ese lugar encantador al que no todos podían acceder. Sergio, desde el día que lo había conocido, había pasado a formar parte de esa lista de nombres mágicos, su significado y lo que él como persona significaba para mí lo hacían maravilloso y adorable.

El hecho de pronunciar un nombre y sonreír era lo que lo hacía diferente, interesante, valioso. Muchas veces me habían dicho que tenía un nombre fantástico para triunfar en la vida o ser una celebridad. ¿Qué querían decir cuándo me decían eso? Yo ya era importante para algunas personas, ¿qué necesidad podía tener en ser famosa o demasiado conocida o que mi nombre resonara en todo el mundo? Tener un nombre diferente ya me hacía, de algún modo, sentirme distinta. Lo principal era ser querida por mi gente, por mi familia y por mis amigos.

Lo verdaderamente trascendental de un nombre era que hubiera alguien en tu vida tan importante para ti, que con sólo el hecho de pronunciarlo te hiciera temblar de arriba a abajo, te hiciera estremecer e hiciera que tu nombre por muy conocido que fuera, sonara totalmente diferente.

-Talara

La voz de Sergio me hizo temblar y alejarme de mis pensamientos, aunque no de todo.

-Dilo otra vez.

-¿Tu nombre?

-Sí

-Talara.

Cerré los ojos y me empapé de su voz.

-Talara.

Su voz era lo que hacía que yo sintiera mi nombre diferente, importante, era la que le daba valor ante mí.

-Talara.

Él seguía pronunciando mi nombre como si no pudiera dejar de hacerlo y yo lo respiraba en su voz como si fuera aire, porque cada vez que lo repetía algo nuevo crecía en mí. Su voz me daba valor para seguir, me daba la fuerza que a veces me faltaba, me daba la confianza que alguna vez había perdido. Desde la primera vez que lo escuché de sus labios, mi nombre en su voz me daba vida.