43.Me desperté con ansiedad

Me desperté con ansiedad sin saber muy bien a qué se debía. Fui a la cocina a preparar el desayuno y sentí la casa muy silenciosa, demasiado silenciosa.

-¡Sergio! ¡Emily! ¡Thomas!

Mi madre apareció en la puerta.

-Cariño, Sergio los acompañó al aeropuerto, no quisieron despertarte. Emily sabe que las despedidas te afectan mucho y quiso evitarte el mal trago.

Me senté con un fuerte dolor en el pecho, de pronto no podía respirar. Mi madre se acercó a mí.

-Tranquila cariño. Pronto os veréis de nuevo. Respira despacio, vamos mi niña. Así, muy bien. Ya pasó.

Desayunamos las dos en silencio, yo con la mente perdida en mis cosas y sin entender a qué venía el gesto de irse sin despedirse. A veces los amigos no entendían nada.

Cuando sentí las llaves en la puerta me levanté corriendo y fui a abrir a Sergio. Sin darle tiempo a reaccionar comencé a hablar.

-¿Cómo es posible que no me hayas despertado? ¿Cómo has permitido que se fueran sin despedirse de mí? No lo entiendo, Sergio.

-Talara, íbamos con el tiempo justo, no sonó el despertador, era tarde, salimos con prisas, Emily me dijo que no te despertara, sabe que te afectan las despedidas y como pronto os veréis no le di importancia. Lo siento cariño.

-¡Déjame en paz!

Sergio había intentado besarme y yo no se lo había permitido. Me había enfadado bastante, pero nada que no pudiera solucionarse con una llamada de teléfono de Emily desde el aeropuerto.

-Querida, estabas tan dormida que me dio pena despertarte. Lo siento.

-No te preocupes, todo está bien. Pronto nos veremos. Que tengáis buen viaje. Cuidaos mucho.

El enfado se me había pasado, pero a Sergio iba a tardar varios días en perdonárselo.

Esa tarde tenía cita en el médico pero no se lo recordé y salí sola de casa, sigilosa, para no tener que dar explicaciones. Todo estaba en orden, si todo salía como esperaba en unas tres o cuatro semanas tendría a mi bebé en mis brazos. Me emocionaba la idea de tal manera que me olvidé de mi enfado y llamé a Sergio.

-Todo está bien, cariño, el bebé está ya colocado y en unas semanas lo tendremos en casa.

-Talara, por Dios, se me había olvidado, tengo tantas cosas en la cabeza…, ¿cómo no me has avisado? te hubiera acompañado.

-Necesitaba ir sola, estar sola. Me molestó mucho lo de esta mañana.

-Eres un caso. Ven con cuidado.

Estaba contenta, subí al coche tarareando una de mis canciones favoritas de Pablo Alborán, mi Pablo Alborán, cuánto tiempo sin escucharlo, busqué en la guantera el cable para poner Spotify desde mi móvil. Busqué mi playlist y canté: «No hay quien se atreva a dudar de ti y de mí, ni quién controle este amor y este sufrir… No hay quién me pare yo sé que es verdad. Sé que te asustan mis ganas de luchar…»

Miraba por el espejo retrovisor, había un coche a lo lejos que me parecía familiar, como si no fuera la única vez que estuviera detrás de mí. Se acercaba a cierta velocidad, me estaba poniendo nerviosa. Intenté coger el teléfono para llamar a Sergio, se me cayó a la alfombrilla.

-¡Mierda!

A través del espejo lo vi tan cerca que me agarré fuertemente al volante esperando lo peor.

 

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