45.Escuchaba un ruido atronador

Escuchaba un ruido atronador, como una sirena, estaba tan cansada que no tenía fuerzas para moverme, sin abrir los ojos hablé a mi madre.

-Por favor mamá que pare ese ruido.

-Bien, se está despertando.

Asustada por esa voz que no era de nadie que yo conociera abrí los ojos al tiempo que intentaba incorporarme y comprendía que estaba sujeta a algo que me lo impedía.

-¿Quién es usted? ¿Qué está pasando? ¿Qué quiere de mí?

El ruido de la sirena era ensordecedor.

-Tranquila, estamos de camino al hospital. Su marido viene detrás en el coche de policía.

-Por favor, mi bebé, dígame, ¿está bien?

-Tranquila, de momento lo estoy escuchando, no se preocupe, todo va a estar bien.

Llegamos al hospital y me sacaron en camilla, un grupo de personas se abalanzó sobre mí, alguien me pinchaba, alguien me preguntaba cosas, y entre todas esas voces que intentaban decirme algo, surgió una que llamó mi atención, la voz de Sergio.

-Cariño. ¿Qué ha pasado? No puedo dejarte sola, siempre la lías.

Me acariciaba con ternura.

-Todo saldrá bien, mi amor.

-Vaya cubriendo los impresos, alguien saldrá a hablar con usted en un momento, a partir de aquí tiene que continuar sola.

-Te quiero, mi vida.

Las palabras de Sergio se abrían paso por mis venas, eran mi consuelo, eran mi alimento, mi esperanza, eran lo que me daba vida.

-Talara, ¿ese es su nombre, no?

Moví la cabeza afirmativamente.

-Ha roto aguas y el bebé por algún motivo ha cambiado su posición. Creemos que el cordón puede haberse enrollado en su cuello. Vamos a dormirla y a practicarle una cesárea, ¿entiende lo que le estoy diciendo?

De nuevo asentí con la cabeza y las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas..

-Ahora vendrán a prepararla, intente estar tranquila, en unas horas podrá ver a su bebé.

Intenté relajarme, acariciaba mi barriga e intentaba respirar profunda y sosegadamente. Hacía todo lo que me pedían distraídamente, pero intentaba darle ánimos, desde mi cabeza, a mi bebé, hablé con él en todo momento hasta que me quedé dormida.

-Todo saldrá bien, cariño, todo saldrá bien, no tengas miedo, mamá está contigo, pronto nos veremos, tranquilo, mi niño, tranquilo.

No sé cuánto tiempo estuve en quirófano, me desperté agotada, nerviosa, tardé unos minutos en ser consciente de lo que había ocurrido. A mi lado estaba Sergio.

-¿Cómo está el bebé?

Sergio vino hacia mí.

-Es precioso, tenemos un niño totalmente sano y que tiene ganas de estar con su madre.

-Me gustaría verlo.

-Tendrás que esperar a que vengan a verte, el bebé tiene que estar vigilado durante unos días, ha pasado demasiado estrés y ha nacido tres semanas antes de tiempo.

Tenía mi mano entre las suyas, la acariciaba y se la acercaba a los labios para besarla, la giré y le acaricié la cara.

-Gracias, Sergio. Realmente eres mi guardián, empiezo a creer que de verdad eres mi ángel.

-Talara, tú sí eres mi ángel, y mi vida. No me gusta verte sufrir.

Entró el médico y me pidió calma.

-El niño está bien, da la talla y el peso, así que no tendrá que estar en la incubadora pero de momento tiene que estar vigilado. ¿Cómo te encuentras? ¿Te duele algo? ¿No? pues en un rato pediré que te  lleven a ver a tu bebé, pero tendrás que ir en silla de ruedas, ha sido un poco complicado, tienes que estar agotada. Puedes llamar a la familia para que vengan a verlo, eso sí, solo tú puedes entrar a estar con él un rato.

El médico salió y comencé a llorar.

-Talara, el niño está bien y tú también, ha sido complicado pero los dos estáis bien.

-Lloro de alegría, de nervios, lloro de amor. Sergio, necesito ver a mi madre, no sé bien por qué pero me siento muy unida ahora a ella y necesito hacérselo saber, que la quiero con toda mi alma y que entiendo todo su sufrimiento por mí, toda la angustia y el dolor por el que pasó.

Sergio cogió su teléfono y comenzó a marcar con una enorme sonrisa.

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