46.Me sentía más cerca que nunca de mi madre

Me sentía más cerca que nunca de mi madre. En cuanto abrió la puerta de la habitación vino directa a mí y me abrazó.

-Te quiero, mamá. Gracias por todo lo que has hecho por mí, gracias por haberme querido tanto. Necesitaba decírtelo, necesitaba que lo supieras.

-Lo sé cariño. Ser madre hace que cambie nuestra perspectiva de vida, nos hace sentir diferentes, y eso está bien, recuerdo que yo sentí lo mismo cuando tú naciste, le dije a tu padre que antes que a nadie quería ver a mis padres, lo necesitaba, por primera vez entendía lo que sentían por mí, lo que habían sufrido y lo que me querían, para demostrárselo fueron los primeros en verte, así que no sabes cuánto me alegra saber que sientes lo mismo, eso es que hice bien mi trabajo como madre. Te adoro, mi niña. ¿Cómo estás, cómo te encuentras? Sergio me explico por encima lo que había pasado.

-Ahora no quiero hablar de eso. Quiero ir a ver a mi niño y quiero que me acompañes a verlo, Sergio ya lo ha visto y ha podido tenerlo en sus brazos.

Una enfermera me ayudó a ponerme en pie y a sentarme en la silla, el dolor hizo que un par de lágrimas resbalasen por mis mejillas pero no me quejé, necesitaba ver a mi niño. Primero lo vimos desde fuera de la sala, a través de un cristal, una enfermera lo señaló.

-Mira mamá, Sergio, ¡qué guapo es!

No sabía si mi hijo era guapo o feo pero desde luego que para mí era el bebé más bonito del mundo, su vida ya venía marcada por haber nacido antes de tiempo, por la necesidad de salir y ser independiente, ser sin mí, pero ser conmigo. Adoraba a ese pequeño ser que lloraba del otro lado del cristal. ¿Cómo era posible sentir tanto amor por alguien al que nunca habías visto, al que solo habías imaginado durante unos pocos meses? La naturaleza realmente era sabia, nos hacía comprender, en a penas un segundo, la importancia de amar y ser amado, todo lo que significaba el amor entre personas estaba ahí, resumido en un pequeño ser, diminuto y llorón.

-Usted tiene que quedarse aquí.

Mi madre me apretó el hombro con cariño.

-¡Es el bebé más lindo del mundo!

La enfermera me acercó a su cunita.

-Ahí lo tiene. ¿Quiere que se lo ponga en los brazos?

Asentí con la cabeza, el pequeño Sergio lloraba, la enfermera lo cogió con mucho cuidado y lo reposó en mis brazos, pero lo apoyó en mis piernas. Acaricié su pequeña carita y dejó de llorar hizo un gesto con los labios buscando el pecho de su madre se giró hacia mí mientras la enfermera se acercaba con un pequeño biberón lleno de un líquido transparente.

-Es suero, es bueno que se lo de usted, hay que ir forjando lazos.

La enfermera me acarició el pelo, gesto que le agradecí enormemente, y se alejó de la escena dejándonos un poco de intimidad.

-Mi pequeño. Cómo siento haberte hecho sufrir, no tenías que haber nacido todavía… pero qué bonito eres. Te pareces a papá y eso me gusta, me gusta mucho. ¿Sabes? está muy orgulloso de nosotros y encantado de que te llames come él. Sergio, ¿te gusta?

Se separó un poco del biberón y me miró sonriendo como sonríen los bebés, sin saber, pero con una carita de felicidad tan grande que consiguen que todos estemos felices.

-Te quiero, mi pequeñito, espero que seas muy feliz a nuestro lado.

Cuando se acercó a mí la enfermera a retirarme al niño de los brazos, la miré y lo puse sobre mi barriga.

-Parece increíble, ¿verdad? Hace unas horas estaba así pero dentro, ocupándolo todo, realmente es mágico.

-Realmente es la vida.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.