50.La abracé fuertemente

La abracé fuertemente, comprendía todo su dolor. ¿Cuánto sufrimiento podía resistir un alma?   Entre sollozos mi madre intentaba desahogar su aflicción.

-Éramos inseparables, los tres…Nos quisimos, mucho, muchísimo. La elección no fue fácil para mí, sabía que al decidir perdería a uno de mis amores para siempre… lo siento, Talara. Los amé a los dos… y los he perdido a los dos. ¡Qué fácil resulta juzgar a los demás desde fuera, sin ver su alma! Pero pensé que… todo apuntaba a … Dios mío, ¿cómo he podido poner en duda…? Ahora está muerto, ahora no hay nada que hacer, ya no puedo hacer nada, nada…

Intenté tranquilizarla pero no había nada que pudiese calmar su espíritu. Sergio llamó a un médico.

-Se ha quedado dormida ya, le he tenido que poner un tranquilizante bastante fuerte, estaba demasiado nerviosa.

-Muchísimas gracias, doctor.

El médico se fue dejándonos a Sergio y a mi perplejos.

-Sergio, ¿qué está pasando? ¿qué le ha sucedido a Javier? ¿quién intentó matarme? Dios mío ¿es que esta pesadilla no va a terminar nunca?

-Yo no llevo el caso, intento averiguar cosas pero hay demasiado en juego, sé que están a punto de acabar con una banda considerable de delincuentes, traficantes y asesinos, no es fácil, todo tiene demasiadas aristas.

-¿Aristas? Sergio, por Dios.

-Hay que tener mucho cuidado estos días con todo con lo que se dice y con lo que se hace. Deberías quedarte con tu madre y con el niño, procurad no salir de casa, es peligroso. Pondremos vigilancia para que no os pase nada.

Me abracé a él.

-¿Cuándo va a terminar esta angustia?

El bebé comenzó a llorar y me acerqué a la habitación para darle de mamar.

-Tranquilo, cariño, mamá está aquí.

Abrazar al pequeño Sergio, cuidarlo, era lo único que hacía que el tiempo se detuviera por unos instantes y pudiera disfrutar un poco de la tranquilidad que me daba tener a mi bebé entre los brazos, acariciar su mano chiquitita, sentir cómo agarraba mi dedo, notar el calor de su piel.

Cómo pasaba el tiempo, la vida, cómo cambiaban las cosas, las circunstancias. Vivir era moverse, cambiar, caminar, a veces correr, pero también detenerse a mirar, a contemplar, a pensar. El hombre, ese animal social por naturaleza a veces llegaba a ser el mayor de los peligros para su tribu, su peor enemigo. Venía de pronto a mi mente la frase de aquel filósofo: «el hombre es un lobo para el hombre» Mi pesadilla continuaba y ahora se había hecho sangrienta, Javier asesinado, torturado, ¡pobre Javier!, y nosotras pensando que había sido el culpable… Cómo cambiaba la vida en un solo segundo, bastaba un segundo para que toda la seguridad que habías creado a tu alrededor se derrumbara, para que toda la alegría que podía traer a una casa un recién nacido desapareciera dejando paso al más puro caos. La vida, eso era, una montaña rusa que intentaba mantenerte continuamente con un nudo en la garganta, y otro en la boca del estomago, la vida…

El pequeño Sergio, ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor, se quedó dormido en mis brazos, lo abracé y apareció de nuevo el miedo de ser vulnerable. Mi niño no era consciente de su vulnerabilidad, pero yo sí, de la suya y de la mía, la sentía por los dos, pero no podía permitirme el lujo de venirme abajo.

Me acosté pronto, agotada por el día tan raro que había tenido,  después de dar vueltas en la cama y vueltas y mas vueltas a lo que había sucedido, por fin el sueño me venció.

-Talara. Talara, ¡vamos! Talara, ¡despierta!

Abrí los ojos alarmada y cansada.

-¡Por Dios!, Sergio, ¿qué ocurre?

-¡Es tu madre!

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.