51.Me levanté alarmada

Me levanté alarmada, mi corazón funcionaba a un ritmo que por un momento me dio miedo, sentía como si en cualquier momento pudiera escaparse de mi cuerpo. Unos segundos de angustia hasta llegar a la habitación donde se encontraba mi madre, unos segundos en los que cabía la vida entera, unos segundos interminables en los que pensaba que por Dios no fuera cierto, que por Dios mis pensamientos sólo fueran parte de mi imaginación, que por Dios mi madre estuviera bien y todo se redujera a un mal sueño, a esa nebulosa con la que a veces nos despertábamos de una pesadilla sin saber aún a ciencia cierta si había sido real o no.

Al abrir la puerta lo supe, lo respiré en el ambiente, lo sentí, lo presentí en el alma, mi madre yacía sin vida en su cama, me acerqué a ella y le acaricié la cara aún templada, le besé la frente.

-Lo siento, mamá. Perdóname por haberte hecho sufrir tanto. Te quiero.

Pasé mi mano a lo largo de su brazo hasta tomar su mano, la besé intentando transmitirle un calor que ya no sentiría. Se había ido. Una sombra de tristeza invadió la habitación llevándose mi alma, me ví desde fuera, como si mi cuerpo no fuera ya mi cuerpo, como si estuviera actuando para un público inexistente, dejé de sentir, dejé de ser yo. Escuchaba las voces como si estuvieran lejos, miraba a mi alrededor  y vi a Sergio, pero no sentía nada, no lo sentía a él, de pronto era un desconocido.

La vida se paró por un segundo, mi vida se detuvo en ese segundo, sentía mi respiración pero no sentía nada más. Todo se ralentizó, mis movimientos, los de los demás. Algo me arrastraba, mi cuerpo se arrastraba, se dejaba arrastrar, no había nada dentro, nada, todo vacío, no estaba mi alma, una estatua de mármol dejándose llevar por voces que no decían nada.

La lentitud de un mal sueño, sentirlo todo pero no sentir nada, estar pero no ser. Veía a las personas que se acercaban a mí a decirme que lo sentían. ¿Qué sentían? ¿Mi dolor? Era imposible porque ni yo misma lo sentía. Abrazos y más abrazos, manos extendidas hacia mi mano, palabras que sonaban huecas, bocas moviéndose, lágrimas, dolor. ¿Dolor? ¿Era esto el dolor? ¿No sentirse ni sentir? ¿No ver, no oír? ¿No poder tocar, no respirar?

La gente se acercaba a mí y me hablaba como si yo supiese quienes eran, como si fueran parte de mi vida, como si yo sintiera… y yo no sentía, y yo no era yo, era alguien que actuaba, alguien que daba las gracias sin saber muy bien por qué, alguien que intentaba sonreír y tranquilizar.

-Gracias por venir. No te preocupes. Estoy bien.

Frases que escuchaba en mi voz pero que realmente yo no pronunciaba.

En lo más profundo deseaba que todo terminara, quería despertarme, quería abrir mis ojos y comprobar que estaba en mi cama, que nada era verdad, que mi madre estaba tranquila, pero mi mente regresó al paraíso perdido de mi niñez, al paraíso perdido de mi pequeña familia, al paraíso perdido de los abrazos y besos de mis padres y fue ahí cuando abrí de verdad los ojos, cuando fui consciente de lo que había ocurrido, cuando me invadió el dolor, cuando sentí de nuevo mi alma en mi cuerpo y fue tan grande el dolor que apareció como lluvia en el alma.

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