27.Después de un buen rato dejando fluir el pensamiento…

Después de un buen rato dejando fluir el pensamiento, tomando notas, llenando espacios, me centré en Alfonso.  ¿Qué estaba pasando con él? ¿Por qué seguía sin dar señales de vida? Las veces que había intentado llamarlo seguía saliendo un contestador o una operadora diciendo cosas que no entendía. Alguien en mi empresa había comentado, hacía días, que la empresa en la que trabajaba no estaba yendo demasiado bien y que posiblemente la absorbiera otra empresa de Japón, que en realidad era para lo que habían ido allí, para venderla. Me había sorprendido la noticia, no tenía ni idea.

Pero seguía sin ver todo el conjunto. La única unión entre los cuatro era yo. Si eliminaba a Sergio del puzle éramos un trío, jajaja, comencé a reír, ¡un trío!, la situación soñada por todos o casi todos los hombres del mundo. De pronto en mi cabeza un latigazo me hizo dejar la risa a un lado y ponerme seria. ¿Y si…? ¿Y si…? No, era imposible, no, no, no. No era capaz de decirlo en voz alta ¿Cómo podía siquiera haber pensado semejante barbaridad? Martina se había convertido en muy poco tiempo en mi mejor amiga, éramos uña y carne, éramos inseparables, éramos… rivales. Durante unas semanas habíamos sido rivales, ella había coqueteado con Alfonso, y aunque yo estaba loquita por él, la había dejado hacer, intentando mantenerme en un segundo plano, pero contra el amor nada se podía, y al poco tiempo yo había sido la elegida. Ella había estado algo molesta en un principio, pero enseguida había comenzado a salir con otro chico, y luego con otro. Pero seguíamos siendo como los tres mosqueteros: inseparables. Nos lo pasábamos bien juntos, nunca había visto nada sospechoso entre ellos. La gente a veces me decía que era un poco ilusa algo que nunca había entendido. Ilusa, ¿por qué? ¿Sería ese el motivo? ¿Habría algo entre ellos que yo no había querido ver, o simplemente no había visto? ¿Estarían teniendo una relación a mis espaldas? ¡Qué ridiculeces se me podían ocurrir cuando me sentía acorralada! Él estaba lejos, se me olvidaba ese pequeño detalle sin importancia, estaba muy lejos, y ella estaba aquí sufriendo conmigo, apoyándome.

Mi madre apareció de repente en mi habitación haciéndome dar un bote en la silla. Venía riendo y charlando, con el teléfono en la mano.

-Es para ti, cariño. -Cogí el teléfono algo distraída.

-¿Si?

-Hola. Llevo varios días intentando contactar contigo.

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