30.-Te dije que no te preocupases por nada

 

-Te dije que no te preocupases por nada. En todos los años que llevamos juntos es la primera vez que coges una baja.

-Hace poco tuve gripe ¿recuerdas? me quedé en casa unos días.

Hablaba con mi jefe, mi intención era la de acortar un poco mis vacaciones de verano por haber estado de baja tanto tiempo.

-Mira, cuando tu padre falleció estabas de vacaciones y no cogiste ni un solo día más, así que haz el favor de no preocuparte y tomarte tu tiempo. Somos compañeros y amigos. Si algún día no  te ves con fuerza avisas y ya está. Todos estamos preocupados, si quieres hablar…, si quieres compañía…, si necesitas cualquier cosa… aquí nos tienes a todos, pero de manera especial, me tienes a mi.

Tras darme un cálido beso en la frente, se dirigió a su despacho. Cerré la puerta y las lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas. Me estaba volviendo una sensiblera, aunque realmente siempre lo había sido, sólo había intentado disimularlo con capas y capas de maquillaje. Pero ahora, con todo lo que me estaba ocurriendo, mis compuertas se estaban desbordando, y cuando comenzaba a llorar, no podía parar. La soledad de mi despacho se me cayó encima. Alfonso estaría aquí en unos días y tenía que pensar qué iba a hacer con él. Lo sentía lejano y ajeno, por primera vez en mucho tiempo, sentía como si nunca hubiera formado parte de mi vida, como si fuese un desconocido, pero… un desconocido al que tendría que abrirle la puerta de mi hogar el domingo.

Tenía que encontrar a Sergio, él me ayudaría, estaba segura, sabría darme alguna pista, ponerme en el camino correcto, abrirme los ojos o simplemente me apoyaría. Este era uno de esos momentos en mi vida en los que necesitaba que alguien estuviese a mi lado porque sí, porque creía en mi, porque me quería.

Por primera vez en mucho tiempo conseguía centrarme en el trabajo y olvidarme de todo lo personal. Tal era la cantidad de carpetas y papeles que tenía sobre la mesa que el tiempo se me había pasado volando, a la hora de comer pedí una ensalada a un bar cercano en el que solíamos encargar la comida cuando teníamos que entregar algún proyecto, y me quedé hasta tarde.

Al salir me acerqué de nuevo a la playa. Sin señales de Sergio. Empezaba a ser consciente de algo que había sido una constante en mi vida: cuanto más deseaba algo, más lo alejaba de mi.

 

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