36.Mi madre no se separaba de mi ni un momento.

Mi madre no se separaba de mi ni un momento. Tenía a Martina de «chica para todo» y yo se lo agradecía, el no tener que quedarme con ella o con Alfonso a solas me tranquilizaba. Si necesitábamos algo, si había que ir a hacer algún recado, ellos eran los elegidos.

Seguía sin apetecerme  mucho hablar, así que aproveché la situación para permanecer en silencio, era mi madre la que se acercaba a mi y me daba las noticias: que si en el periódico ponía…, que si su amiga sabía hacer…, si tal vecino le había comentado… Mi madre estaba en su salsa. Un momento en el que estábamos solas se acercó a mi y me susurró al oído si quería que se fuera para poder estar a solas con Alfonso. No hizo falta que le respondiese con palabras, la expresión de mi cara se lo puso fácil.

-Eso me parecía. No sé qué tienes hija, a mi podrías contármelo, ¿sabes,no?, pero no voy a insistir, cuando te apetezca aquí me tienes. Tampoco tengo prisa por irme, o sea que puedes remolonear el tiempo que necesites, si no quieres aquí a Alfonso, tendrás tus razones y no pienso criticarte por ello. Te quiero mi niña y eres lo más importante de mi vida, tenlo en cuenta, ¿vale?

Siempre conseguía emocionarme con sus palabras. El sexto sentido que tenía para algunos temas siempre me dejaba impresionada. No sé cuál era la razón pero mi madre no fallaba una, las veía venir en seguida. Era imposible ocultarle nada, siempre adivinaba lo que pasaba, era como si leyese el pensamiento,  y esta vez lo había pillado al vuelo, veía que había un problema, un muro entre Alfonso, Martina y yo, y no pensaba dejarme en la estacada. Había venido a ayudar y eso haría. Me tranquilizaba tenerla a mi lado, apoyándome, aún me sentía frágil, sobre todo mentalmente, el saberme engañada por alguien tan cercano a mi, me superaba. El pensar que a punto habían estado de hacerme creer que estaba loca, que era mal pensada, que veía cosas donde no las había, me hacía sentir vulnerable. Qué delicada era la mente, qué fácil era engañarnos sobre todo para la gente a la que queríamos. Había leído un twit que me había llamado la atención, decía algo así como que confiar en una persona era dejar en sus manos lo necesario para destruirnos, me había parecido triste, pero ahora veía que era cierto, al confiar en alguien le dabas el poder sobre ti, sobre tu vida. Por desgracia acababa de descubrir que había personas dispuestas a utilizarlo.

Después de todos estos días sin conectarme, había decidido encender mi ordenador y había comprobado que mi correo estaba lleno, el Twitter a punto de estallar entre notificaciones y mensajes y  no tenía el ánimo para contestar ni mirar nada, así que decidí cerrarlo todo. En la pantalla apareció un recordatorio: Cumpleaños de Pablo. Dios mío, lo había olvidado. Saqué fuerzas para enviarle un mensaje a mi amigo:  «Espero poder seguir disfrutando de tu magia. Felicidades». Apagué. Tantas cosas en mi cabeza me estaban alejando del resto del mundo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.