5. El callejón de los sonidos olvidados.(Puedes escucharlo en Anchor, Spotify, Googlepodcasts. Busca Arropando estrellas)

Quinto episodio, 25 febrero, 2021. El callejón de los sonidos olvidados.
(Hay un callejón que habla de los sonidos olvidados, sonidos que hemos ido perdiendo debido a los ruidos que surgen en las ciudades. En Arropando estrellas hoy te acompañaré para que intentes recordar aquellos sonidos, aquellas voces que un día te ayudaron a relajarte.)

Conozco un callejón que habla de sonidos olvidados. Decenas de jaulas vacías cuelgan en medio de los edificios haciendo sonar el piar de diferentes pájaros cuando pasas por debajo. Es un callejón que desprende una magia especial cambiante dependiendo de la hora del día y de la luz, pero siempre es agradable acercarse a él aunque a determinadas horas el bullicio de los bares lo hagan menos tranquilo. En el suelo, la inscripción del nombre de los numerosos pájaros que un día ocuparon la ciudad.

Ponte cómodo, respira profundamente y sumérgete conmigo en el mundo mágico de los recuerdos agradables. Seas bienvenido a Arropando estrellas, un podcast de Bosquina Monzón.

Nos hemos ido acostumbrando tanto a los ruidos de las ciudades, que no nos damos cuenta de lo necesario que es el silencio para obtener un poco de tranquilidad. Busco la calma, a veces, en el jardín botánico. Me acerco caminando bordeando el mar, poniendo mi atención en todos los sonidos que me llegan, que no son siempre agradables, pues hay coches que pasan, sonidos de aparatos eléctricos utilizados para hacer agujeros en las calles, para tirar muros o para aplastar el asfalto. Pero las grandes ciudades es lo que tienen, siempre están en obras.
El jardín botánico puede hacer desaparecer gran parte de ese ruido, no siempre, pero casi y es parte de lo que me atrae de él. En cuanto te adentras en medio de los árboles estos aplican su magia regalándote silencio, el hechizante rumor de los pájaros y un poquito de soledad. Me gusta tumbarme en la hierba y mirar todo de otra manera. Cacatúas blancas de cresta amarilla o las que tienen sus ojos pintados de azul, una pareja de pájaros con un antifaz amarillo y un plumaje que luce suave, algunos ibis, gaviotas, cormoranes y kookaburras que parecen burlarse a carcajadas de la vida, son parte de los sonidos que puedes escuchar normalmente.
En alguna ocasión las golondrinas se acercan a jugar conmigo, sobre todo si llevo mi cámara, es como si supieran que estoy ahí para fotografiarlas, vienen, se acercan, dan giros sobre sí mismas, suben, de pronto bajan en picado, me rodean entre varias para que no sepa a cual seguir, se van, tardan en volver, pero siguen jugando sin permitirme acertar un sólo disparo, alguna vez lo consigo y entonces sonrío. Pero hoy no les hago caso, prefiero centrarme en lo que escucho y en ver el mundo del revés, recordando.
Cuando estaba estudiando en Santiago, me gustaba acercarme a la Catedral y observarla, de pie o sentada en el suelo, me daba una tranquilidad que en aquel momento pocas cosas conseguían dármela. Siempre terminaba en el centro de la Plaza del Obradoiro de espaldas a la Catedral, observando la maravillosa arquitectura que hay alrededor, me sentaba en esa posición y me tumbaba de tal manera que inclinando un poco mi cabeza hacia atrás, conseguía ver la Catedral invertida. Siempre que voy termino haciéndolo, es un buen experimento social, pues nunca lo harás solo, o casi nunca, siempre habrá alguien al que la curiosidad le podrá y hará lo mismo que tú para saber qué intentas ver.
Mirar la vida del revés te da otra perspectiva, me arriesgaré a que pienses que estoy un poco loca, pero si nunca lo has probado, te reto a que te animes a hacerlo y compruebes por ti mismo el efecto que causa. Es de esas pequeñas cosas que puedes hacer en cualquier momento, en cualquier lugar y que pueden aportarte un poco de locura pero también de paz.
Cuando mis hijos eran pequeños los sentaba en mis rodillas, los echaba hacia atrás sujetándolos por las manos y les decía vamos a ver el mundo del revés, me ponía de pie y giraba sobre mí misma, despacio, pendiente de que nada les pudiese lastimar, para que viesen de otra manera lo que nos rodeaba. Era un juego que les tranquilizaba y a la vez les enseñaba que no hay una sola manera de observar el mundo ni de apreciarlo.
Mis sonidos olvidados, los que me gusta recordar son esas risas de niños que nos alegraron la vida, dándonos otra perspectiva del mundo que nos rodeaba, convirtiéndolo y convirtiéndonos en un poco más humanos, también la voz de alguno de mis mayores que me regalaba calma.
Me encantaría que tú también fueses capaz de rememorar esos sonidos casi olvidados que en algún momento de tu vida fueron capaces de darte el sosiego que tanto necesitabas, intenta buscarlos en tu memoria, traerlos de nuevo a ti. Respira profundamente y permite que esa paz que en su día sentiste, llegue ahora a todos los rincones de tu cuerpo.

Espero que hayas pasado unos minutos agradables en mi compañía. La semana que viene estaré de nuevo arropando estrellas. Te espero. Ahora, sigue relajado y descansa.

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