Sexto episodio. El viento a veces me asusta. 4 Marzo 2021
(Las personas con las que nos cruzamos van marcando nuestra vida. A medida que pasa el tiempo nos hacemos más conscientes de que la familia y el amor son lo principal, que todos somos importantes para alguien y que muchas son las cosas que nos unen. Relájate conmigo mientras escuchas Arropando estrellas y disfruta de unos minutos de paz)
El viento a veces me asusta, pero me gusta escucharlo aunque me dé miedo.
Hoy hizo viento y mientras lo percibía miraba a través de la ventana el dibujo cambiante que imprimía en las nubes. De pequeña me gustaba jugar a buscar formas en el cielo e intentar que otros también las reconocieran. Estoy segura de que tú también jugaste alguna vez a encontrar figuras en el aire.
Disfruta ahora conmigo del silencio, colócate en una postura cómoda, respira profundamente sintiendo cómo el aire llega a tus pulmones, intenta sentirlo a través de tu nariz, de tu garganta, puedes intentar retenerlo unos segundos en tu interior y expulsarlo después lentamente. Permíteme de nuevo acompañarte al mundo mágico de los recuerdos. Seas bienvenido a Arropando estrellas, un podcast de Bosquina Monzón.
¿Te has parado a pensar alguna vez que hay muchas cosas que nos unen a todas las personas, que todos podemos sentirlas o verlas? Como la luna, el mar, el viento, las nubes, el sol, de la misma manera que vivir dentro de una pequeña burbuja. Me gusta saber que la luna que yo veo o el sol que me acaricia son la misma luna que tú ves o el mismo sol que también a ti te acaricia. ¿Te das cuenta de que todo puede unirnos? Curiosamente siempre buscamos las diferencias para alejarnos unos de otros. Procura encontrar los puntos de unión con los que te rodean y piensa que todos somos importantes para alguien, que el mundo cambiaría si tú o yo no hubiéramos existido.
Las personas con las que nos vamos cruzando a lo largo de nuestra vida van marcando nuestra existencia, unas veces haciendo surcos profundos y otras a penas un leve roce, pero sin el que ya no seríamos los mismos. Todos contribuimos, de una manera u otra, para bien o para mal, a la construcción del carácter de las personas con las que nos vamos cruzando en nuestro camino.
Mi madre me transmitía seguridad, siempre, como si no necesitase saber que estaba nerviosa o que tenía un problema, se adelantaba y me hablaba aunque sólo fuera con sus gestos.
De pequeña, me gustaba que me llevase de la mano y que me la acariciase de aquella forma tan suya, tan especial, pocas cosas me han dado más seguridad en mi vida que esa, sentir su calor y su protección.
El tiempo nos va haciendo vulnerables a todos a medida que transcurre, y no nos damos cuenta hasta que en un instante nos vemos reflejados en el espejo de la edad.
¿En qué momento pasamos de ser protectores a ser protegidos? Uno de los momentos más duros de la vida es, sin duda, en el que te das cuenta de la vulnerabilidad de tus padres, el instante preciso en el que eres consciente de que su fortaleza ya no es tal, que su aguante no es ni la mitad de lo que era, que cualquiera puede hacerles daño, con una frase o con un gesto, que ya no son los únicos dueños de su vida, porque comienzan, de alguna manera, a depender de los demás.
El cariño, la familia, los abrazos, los besos, las palabras bonitas, los juegos, pasar tiempo escuchando a los amigos, es lo realmente importante. Cuidarnos y cuidar, amar, amarlo todo, disfrutar de los nuestros, de lo nuestro, sentir que formamos parte del universo, una parte minúscula pero importante.
Vuelve a disfrutar del tiempo con los tuyos, juega con ellos mirando de nuevo al cielo y buscando en ese paisaje de nubes blancas el dibujo que te haga regresar a la inocencia de la niñez. Comparte tu tiempo y disfrútalo, es una manera de encontrar algo de tranquilidad.
Ya no te robaré más tiempo por hoy, la semana que viene volveré a ser de nuevo esa voz que comparte un poco de su tiempo robándote un poco del tuyo y seguiremos, si quieres, arropando estrellas. Ahora, descansa.