11. Contadores de historias.(Puedes escucharlo en Anchor, Spotify, Googlepodcasts. Busca Arropando estrellas)

Undécimo episodio. 8 Abril 2021 Contadores de historias.
(Contar historias es una manera de permanecer, de recordar. A medida que pasa el tiempo nos vamos convirtiendo en contadores de historias, escuchar a nuestros mayores es mágico y un entretenimiento que no tiene igual. Tuve la suerte de tener siempre a mi lado contadores de historias, quédate en Arropando estrellas para saber más)
Al ser humano le ha atrapado, desde el principio de los tiempos, que le cuenten historias. La llamada literatura oral, ha sido, y sigue siendo, transmisora de parte de la sabiduría popular, gracias a ella muchas culturas minoritarias han conseguido salvar la historia de sus orígenes y su manera de hacer las cosas. A través de los cuentos, leyendas, mitos, canciones y fábulas se intentaba transmitir valores, contar hazañas, ensalzar virtudes y criticar malas prácticas. La memoria era su soporte, su apoyo y la voz, la articulación, el gesto, eran su canal.
Trata de calmar tu mente alejándola de los problemas durante unos minutos para poder descansar. Respira profundamente, sintiendo cómo el aire entra en tus pulmones y a continuación ve soltándolo lentamente. Intenta relajarte con mi voz, Seas bienvenido a Arropando estrellas, un podcast de Bosquina Monzón.
Cuando era pequeña adoraba que me leyeran cuentos o me contaran los mismos una y otra vez hasta sabérmelos casi de memoria, llegando incluso, a corregir al narrador y no me cansaba de escuchar.
Recuerdo que una de las ventajas de estar enfermo y quedarse en casa era la de que nos regalasen un cuento, o que mi madre nos dejase leer su libro de cuentos, el de su niñez, el que ella se sabía de memoria, adornado con bellísimos dibujos que me encantaban y unas historias que siempre me emocionaban, sólo deseaba poder llegar a ser como esas niñas valientes y buenas de las historias y poder ayudar a salvar el mundo de unos malos imaginarios, ¡se veía tan fácil la vida!
He tenido la suerte de compartir parte de mi vida con contadores de historias, abuelos y tíos abuelos que entendían la importancia de mantener la atención de esos “renacuajos” que éramos su familia, a veces podía parecer un poco aburrido tener que ir a visitar a “esos mayores” pero casi siempre se convertía en algo mágico, era el mejor entretenimiento para unas mentes que eran como esponjas y que necesitaban, sobre todo, que les hicieran un poco de caso. Mis mayores nos contaban historias, propias y ajenas y nos mantenían escuchando gran parte del tiempo de la visita, embobados, imaginando una enorme película basada en los hechos reales de esos mayores tan familiares. Uno de ellos, al que yo no sé muy bien por qué le tenía un cariño especial, pintaba, y lo hacía muy bien, cuando íbamos a su casa nos paseaba por las habitaciones donde estaban colgados sus cuadros y nos los iba explicando como si fuese el guía del Museo del Prado, era muy divertido porque lo hacía con una pasión especial que conseguía que le brillaran sus ojos bajo aquellas gafitas redondas y pequeñas, que conjuntamente con su bigote alargado y fino, le daban un aspecto de persona importante. Otras veces te preguntaba si estabas tranquila y serías capaz de estarte quieta unos minutos, cuando te decía eso, era porque quería que posaras para él, te pedía amablemente que te sentaras en una silla con brazos y cojín, en una pequeña galería por donde entraba la luz, cogía su libreta y su lápiz y comenzaba a dibujar, para conseguir que no te movieras ni un ápice comenzaba un relato de cuando él era joven y las travesuras que hacía con sus amigos y hermanos. Cuando contaba historias era fácil estarse muy quieto, pero si algún día, por alguna razón se mantenía en silencio, yo no paraba de moverme y él presentía la incomodidad, por lo que comenzaba de nuevo una historia. A veces he pensado que nos atrapaba con sus historias para poder pasar un rato tranquilo alejado de las visitas de la casa y de las conversaciones banales.
Con el paso del tiempo uno se va dando cuenta que la edad es mágica para los contadores de historias y descubre en sus propios padres, grandes oradores. El mundo dejaría de ser un buen lugar en el que vivir si dejásemos de escucharlos, desperdiciamos horas haciendo cosas que poco importan realmente y dejamos escapar entre nuestros dedos la arena de su reloj. Siempre los echaré de menos.
La semana que viene volveré a ser de nuevo esa voz que comparte un poco de su tiempo robándote un poco del tuyo y seguiremos, si quieres, arropando estrellas. Ahora, relájate y descansa.

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