20. Lo que nos calma. (Puedes escucharlo en Anchor, Spotify, Googlepodcasts. Busca Arropando estrellas)

(Lo sencillo puede convertirse en extraordinario, el secreto está siempre en saber disfrutar de lo que nos brinda la vida. Disfrutar de los pequeños momentos en soledad, en silencio. Sígueme en Arropando estrellas y acércate conmigo a esos momentos de paz).
Cada persona tiene un sonido especial que la calma, para unas es el sonido del mar, el de la lluvia, el del río, el del agua, para otras es el del viento sobre la hierba o a través de los árboles, el del canto de los pájaros o el de las ballenas, cualquier sonido natural, otras se relajan con música clásica, o con sonidos específicos para tal fin, y muchas otras con el sonido del cuenco tibetano.
Ponte cómodo, busca una postura que te permita mantenerte relajado al menos durante unos minutos. Cierra los ojos, e intenta calmar tu espíritu mientras respiras profundamente. Siente cómo todos los pensamientos negativos se alejan cada vez que sale el aire por tu nariz. Permíteme de nuevo atraparte con mi voz. Seas bienvenido a Arropando estrellas, un podcast de Bosquina Monzón.
Procuro acercarme al mar siempre que puedo, no hace falta que sea mar abierto, pero yo necesito su sonido para sentirme en calma, siempre me tranquilizó la monotonía de su voz, quizás porque siempre lo he tenido cerca o por lo que siempre significó en mi vida, está unido a mis recuerdos, a mis mejores recuerdos. Poder disfrutar de la luz de un amanecer o de la luz de la caída de la tarde cerca del mar es un privilegio. El sonido del viento también me relaja al igual que la música clásica.
El cuenco tibetano no es agradable para todo el mundo, recuerdo que la primera vez que lo escuché mi cuerpo reaccionó de la manera contraria a lo que se esperaba, se tensionó, un sonido demasiado fuerte y demasiado estridente para mi cerebro, tuve que acostumbrarme, lo conseguí permitiendo que me atrapara en medio de su constancia, en el interior de su rueda, tuve que dejarme llevar. Pero sigo prefiriendo el sonido del mar o el de la lluvia.
Acompáñame a pasear por la orilla del mar, imagínate descalzo, con los pies sobre la arena húmeda, de vez en cuando una pequeña ola se acerca a acariciarte, déjate mecer por su sonido, las olas van y vienen, sin prisas, sin obstáculos, el sol acaricia tu piel, estás cansado y te sientas en la arena, con los ojos cerrados sintiendo el calor, te recuestas y acaricias la arena con tus manos, su calor al contacto con tu piel te va relajando, sientes su calidez a través de todo tu cuerpo, el sonido del mar te arrulla, te mece, te arrastra a un mundo de ensoñación y calma, tu respiración se va haciendo más tranquila, más suave, el sonido de las olas lo inunda todo y sientes esa calma en tu interior.
Sientes, por fin, lo agradable que puede llegar ser el disfrutar de pequeños momentos en soledad, la felicidad está en nuestro interior y en la manera en la que vemos y disfrutamos del mundo que nos rodea, lo sencillo, lo normal, lo que hacemos a diario también puede convertirse en algo extraordinario. Un paseo en soledad o con alguien especial, el sonido del mar, el calor del sol en contacto con la piel, una flor, un pájaro diminuto, el color del cielo, la luz a través del cristal, la risa de un niño, un café con un amigo, la conversación, la gratitud en la mirada de un anciano, todo es susceptible de ser hermoso y todo posee el potencial de hacernos sonreír o de conseguir llenarnos de felicidad por unos instantes. Cuando ese sentimiento placentero llegue a ti, atrápalo y disfrútalo. Esos instantes son los que hacen que la vida valga la pena.
La semana que viene estaré de nuevo Arropando estrellas, te espero. Ahora, disfruta de este momento y descansa.

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