21.Recordando a Teresa. (Puedes escucharlo en Anchor, Spotify, Googlepodcasts. Busca Arropando estrellas)

(Teresa era una mujer buena y cariñosa que ayudaba a mi madre en las labores del hogar, su marido la maltrataba y ella siempre lo justificaba. Acompáñame a seguir Arropando estrellas por el mundo de los recuerdos e intenta relajarte).
A veces, no sé bien por qué razón, ni cuál es el motivo, pero aparecen personas en mi recuerdo, personas que han significado algo para mí en un momento de mi vida. Estos días acaricia mis recuerdos Teresa, una mujer delgada, enjuta, en apariencia gris, como el color con el que siempre vestía. Era una mujer que ayudaba a mi madre en casa. No recuerdo cuántos días iba, ni cuántas horas pasaba, pero la recuerdo a ella.
Los niños, a veces parece que no se enteran de nada, pero siempre están al quite, a intentar comprender lo que ven y lo que oyen.
Siéntate cómodamente en tu sofá, cierra los ojos e intenta relajarte durante unos minutos. Acompáñame de nuevo al mundo de los recuerdos, permíteme que te atrape con mi voz. Seas bienvenido a Arropando estrellas, un podcast de Bosquina Monzón.
De igual manera que la música, los sabores o los olores nos devuelven a una época determinada de la vida, hay sucesos, que sin entender muy bien por qué, nos acercan personas.
Se llamaba Teresa, en mi casa la queríamos porque prácticamente formaba parte de mi familia, no sabría decir los años que tenía, porque estoy segura de que parecía que tenía muchos más de los vividos, su pelo era finísimo y gris, siempre recogido en una coleta muchas veces entraba en la habitación para hacernos levantar y que no fuéramos perezosos, ella no lo era, hacía nuestras camas o nos ayudaba a hacerlas y con ella no tardábamos nada, nos espabilaba con una sonrisa.
Estaba casada pero creo que no tenía hijos, quizás la naturaleza sea más sabia de lo que nos pensamos, y no lo digo por ella, estoy segura sería una madre estupenda. Derrochaba cariño allá por donde pasaba, y valía bastante más oro que lo equivalente a su peso, era demasiado delgada, demasiado nerviosa, demasiado amable, y quizás demasiado empática con personas que no se lo merecían, que no merecían a penas tener derecho a respirar el mismo aire que ella respiraba.
Venía a mi casa siempre de mañana, pero alguna vez acudía por la tarde, cuando esto sucedía mi madre nos alejaba, nos mandaba a la habitación de los juguetes y nos pedía que no abriéramos la puerta, no había que ser muy espabilado para comprender que algo malo le había pasado, pues siempre que venía por la tarde, traía la cara con algún moratón. Mi madre le preparaba un café e intentaba consolarla. De pronto se escuchaban gritos en la puerta de la calle, llamándola. Mi madre acababa siempre abriendo y amenazando al señor que aparecía en la puerta con que llamaría a la policía si no se iba, siempre se enfrentaba a él y él siempre dejaba de gritar y le pedía perdón a mi madre y le pedía por favor que lo dejase entrar, que solo quería ver a Teresa pero mi madre no lo dejaba pasar.
Yo desde la lejanía intentaba escuchar y me parecía increíble entender que ese señor que se doblegaba ante la seriedad de mi madre pudiera haberle hecho daño a alguien y menos a Teresa, ese ángel gris que no se merecía que nadie la tratase mal. Aún puedo verla anudándose el mandil con sus manos blancas y huesudas mientras nos sonreía, recuerdo su voz y sus ojos rodeados de unas ojeras permanentes que la hacían parecer todavía más gris.
Él no trabajaba, desde que se levantaba hasta que se acostaba, bebía como si no hubiese un mañana, le arrancaba de sus manos, a la pobre Teresa, todo el dinero que ganaba, aunque eso nunca fuera lo peor.
Cuando Teresa venía a nuestra casa por la tarde era para pedirle ayuda a mi madre. Mi madre siempre le decía que lo denunciase, que fuese a la policía, que ella la acompañaba, pero Teresa siempre decía que no, que le daba mucha pena, que sabía que la quería y que se arrepentía de todo.
Si existe el cielo, os aseguro que allí estará Teresa. No sé si ella era consciente del cariño que le teníamos en mi casa, la queríamos, nos quería.
La semana que viene estaré de nuevo Arropando estrellas, te espero. Ahora, descansa.

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