24. La importancia de los pequeños detalles. (Puedes escucharlo en Anchor, Spotify, Googlepodcasts. Busca Arropando estrellas)

(Son curiosas las asociaciones de ideas que nos llevan de unas cosas a otras hasta recordar pequeños objetos que en algún momento consiguieron darnos seguridad. Acércate a Arropando estrellas y relájate durante unos minutos ).

Mientras veía un episodio de una serie italiana que me encanta, apareció una imagen de un pequeño objeto colgando del espejo retrovisor delantero de un coche que me acercó a otra imagen, de muchos años atrás. Es curioso, siempre me lo pareció, la manera en la que enlazamos acontecimientos, las asociaciones de ideas que nuestro cerebro pone en práctica para jugar un rato con nosotros y llevarnos a los paraísos perdidos en la vorágine del paso del tiempo.

Ponte cómodo, siéntate en tu lugar favorito, acércate conmigo a esas etapas de la vida en las que las preocupaciones eran otras y el tiempo transcurría más lentamente. Permíteme atraparte con mi voz. Seas bienvenido a Arropando estrellas, un podcast de Bosquina Monzòn.

Cuando era pequeña los únicos viajes largos que hacíamos eran para ir a visitar a nuestros abuelos a su ciudad. Ir en coche siempre resultaba ser algo mágico. Dos épocas al año marcaban nuestra vida rutinaria: la Navidad y el verano. El resto del año subíamos al coche para llegar a tiempo al colegio, para ir a una playa o para hacer una pequeña excursión.
Recuerdo cada uno de nuestros coches familiares y cómo fueron sustituyéndose uno a otro debido al paso inexorable del tiempo, que los iba desgastando hasta volverlos casi inservibles, pero algo no cambiaba nunca y era el pequeño muñeco que colgaba en el espejo retrovisor, mi padre lo iba pasando de uno a otro, y era, casi, uno más de la familia. Podía cambiarlo de sitio, pero siempre era el mismo muñeco de piernas larguísimas recogidas en un abrazo continuo, terminadas en unas botas marrones que hacían de contrapeso de tal manera que en los viajes siempre se iba balanceando como si estuviera permanentemente sentado en un columpio, puedo recordar su pelo de dacha negra, sus pantalones de cuadros y su chaqueta oscura. Con el tiempo pasó a ocupar el espejo retrovisor del coche de mi hermana, formando, así, parte del acervo de mi familia.
¿Cuántos objetos podrían ser reconocidos como propios por una familia? ¿En cuántos de ellos nos reconoceríamos o sobre cuántos seríamos capaces de contar una historia? Eso es lo trascendental de los objetos que nos rodean, que algunos son capaces de crear sus propias historias.
¿Por qué nos fijábamos en unos y no en otros? No sabría decirlo, quizás por el tiempo que permanecían en nuestras vidas, o quizás porque los veíamos como imprescindibles por haber compartido tantos momentos importantes. Lo que sí sé es que ese muñeco era lo que diferenciaba el coche de mi padre del resto de los coches de la misma marca, modelo y color, era su esencia. Los que hemos vivido esa época somos muy conscientes de la importancia de los pequeños detalles. Tener algo que permaneciese ante cualquier cambio, algo que indicase que seguíamos siendo los mismos, aún cambiando de ciudad, de casa o de coche. Ese algo que reconocíamos como propio nos transmitía seguridad, tan importante para sentirse bien y tranquilo.

Inspira mientras alzas tus brazos al cielo, atrapa con ellos aire nuevo, mientras colocas una mano sobre la otra haz que desciendan hacia tu rostro, acepta lo bueno que trae ese aire renovado, que sigan bajando y lleven hacia el suelo el aire cargado que a veces no nos deja seguir adelante, repite de nuevo, abre tus brazos, levántalos para que atrapen aire nuevo, junta tus manos por encima de la cabeza y que desciendan juntas llevando lo malo hacia el suelo.

Espero hayas pasado unos minutos relajado. La semana que viene estaré de nuevo Arropando estrellas. Te espero, pero ahora, descansa.

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