Hoy jueves, día de Reyes, me gustaría compartir algo que escribí el pasado año. Acompáñame durante unos minutos.
Acomódate en el lugar que has elegido para escucharme. Respira profundamente y siente cómo tu cuerpo se va relajando. Permíteme atraparte con mi voz y con mis recuerdos. Seas bienvenido de nuevo a Arropando estrellas, un podcast de Bosquina Monzon.
La víspera de Reyes, la noche más Mágica del año para pequeños y mayores porque la chispa y el brillo en la mirada nunca cambia, porque la ilusión no se pierde.
Cuando era pequeña íbamos a visitar a mis abuelos a su ciudad y veíamos, casi siempre, allí la cabalgata. Son recuerdos tan grabados en la memoria que parece como si el tiempo no hubiese transcurrido. Me quedaba anonadada mirando a esos tres Magos con sus brillantes y largas capas, con corona o con turbante, paseándose sobre unos imponentes caballos por la ciudad, venían de países lejanos a regalarnos juguetes y yo no salía de mi asombro, ellos a mí no me conocían pero lo sabían todo de mí y tenía que portarme muy requetebién sí quería tener la suerte de pertenecer a ese grupo de niños a los que no les tocaba carbón, esa piedra negra tan fea y que manchaba tanto.
A partir de ese momento el miedo se abría paso a través de mis pensamientos, si queríamos tener algún regalo deberíamos acostarnos pronto, no hacer ni gota de ruido, y lo más difícil: quedarnos dormidos, algo que, con tanta inquietud resultaba realmente complicado. Daba vueltas en mi cama, escuchaba ruidos por todas partes, temblaba de miedo con sólo la idea de abrir los ojos y encontrarme con cualquiera de ellos. Al final mi madre enviaba a mi hermana mayor a dormir conmigo, así que nos liábamos a hablar mientras intentábamos escuchar algún ruido en la habitación de al lado que los delatase. Y de pronto, sin quererlo, caíamos dormidas de puro agotamiento.
Recuerdo que en casa de mis padres, el día de Reyes no nos atrevíamos a movernos de la cama hasta que venía mi padre a buscarnos. Íbamos con él de habitación en habitación buscando posibles paquetes, algunas veces, difíciles de encontrar. Nos iba diciendo: “Pues no os han dejado nada” o “aún no han pasado por aquí” y nos ponía más nerviosos todavía, buscábamos por todas las esquinas, debajo de todas las mesas, hasta por fin, en alguna habitación, dar con los paquetes y quedarnos clavados en el suelo esperando que mi padre nos diera el pistoletazo de salida: “¿A qué esperáis?” Y salíamos corriendo a mirar cuál era el que nos pertenecía.
Siempre fui de buen conformar y no recuerdo ningún regalo especial, sólo la emoción de buscar y encontrar.
El día de Reyes del año en el que me dijeron mis compañeras de colegio que no existían, no quise coger mis regalos, entendía que en casa de mis padres no andábamos sobrados de dinero para gastarlo así, éramos muchos. El choque cruel con la realidad ha sido, quizás, una de las cosas que han marcado mi carácter, pero no cambiaría esos momentos de ilusión por nada del mundo.
Ya de mayor, el olor que marcaba el día de Reyes, era el del Roscón, comprado o hecho en casa, su aroma sigue impregnando la memoria de aquellos años de ilusiones y esperanzas.
Espero hayas disfrutado de este maravilloso día que pone fin a la Navidad y a Arropando estrellas. Me alegro de haberlo compartido contigo. Descansa.