Una enorme excavación en la que poner las bases de un edificio, hace ya algunos meses que llamó mi atención. Es una zona vallada, rodeada de árboles que han sido prácticamente escayolados, es un decir, para que no sufran las consecuencias de la obra, en la zona vallada hay abierto una especie de ventanuco desde el que te puedes asomar a ver lo que está pasando dentro, de nuevo es un decir, está cerrado pero con algo transparente. Siempre que paso, miro y hago una foto para tener constancia de cómo va la construcción, y es, francamente, impresionante.
Ponte cómodo en ese lugar que has escogido para escucharme. Respira profundamente sintiendo el paso del aire al entrar y al salir de tu cuerpo, procura aflojar los músculos y permíteme atraparte con mi voz. Seas bienvenido a Arropando estrellas, un podcast de Bosquina Monzón.
El poder ir viendo poco a poco cómo se va construyendo el edificio, desde los cimientos me hacía recordar la frase tan traída por todos de que la casa no se empieza por el tejado.
Impresiona ver los cimientos, allá lejos, tan abajo que casi podrían llegar a los infiernos, ves camiones que por la ciudad parecen gigantes, diminutos, y a las personas como simples hormiguitas, pero poco a poco te vas dando cuenta de que los vas teniendo más cerca cada vez y pienso en las raíces de los árboles, que nunca las ves pero que son las que lo mantienen firme y en pie y lo comprendo perfectamente, hay cosas que se hacen a conciencia.
También pienso en las personas, y en lo importante que es la educación y la familia, esas bases sólidas que nos consiguen llevar a buen puerto, que nos preparan para los retos de la vida y de nuevo no puedo dejar de pensar en la suerte que tengo por haber sabido apreciar esos pilares, pero sobre todo por haberlos tenido.
Una monja del colegio en el que estudiaron mis hijos y que para mí formaba parte de mi familia, tanto la quería y tanto me quería, me decía algunas veces que le daba pena el ver que algunos niños no se daban cuenta de la suerte que habían tenido con sus padres, con poder estar en una familia que los quería y los apoyaba, supongo que a veces es simplemente la edad, que no nos deja ver lo que tenemos delante de los ojos. Yo siempre le decía que sí se daban cuenta, si no en ese momento, se darían cuenta en otro, pero sabían que los querían y eso, siempre es lo importante.
La familia y los amigos son nuestros cimientos profundos y fuertes que nos apoyan para crecer, como el edificio del que hablo y que curiosamente tiene en construcción a su lado otro edificio enorme cuya estructura exterior se apoya en un armazón metálico, creo, con forma de ramas de árbol. Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija, que repetían mis mayores.
Hasta aquí, hoy, te acompaño. Gracias por permanecer a mi lado este tiempo.
Intenta seguir relajado un ratito más, si te apetece piensa en tus pilares fuertes y profundos. Pasa un buen fin de semana largo. La semana que viene estaré de nuevo Arropando estrellas, te espero. Ahora, descansa.