Conducía por una carretera de esas anchas de doble dirección y cuatro carriles, me detuve ante un semáforo en rojo. Cruzaban la calle dos niños agarrados a sus bicicletas, supuse que eran hermanos, la niña iba delante y miraba orgullosa a los coches parados mientras sonreía y se daba la vuelta para comprobar si el hermano hacía lo que debía y si le daba tiempo a cruzar, se paró unos segundos a esperarlo y le dijo algo, sonrió orgullosa mientras lo ayudaba con cariño a terminar de pasar. Ella no debía tener más de ocho o nueve años y él, quizás seis, ya no soy capaz de echarle la edad a nadie. Al terminar de cruzar sonrieron los dos por su trabajo bien hecho, ella levantó su mano y chocaron las cinco, una imagen tierna donde las haya, de esas que permanecen en la memoria.
Acomódate en el lugar que has elegido para escucharme, respira profundamente mientras intentas relajarte de tu día agotador, permíteme atraparte con mi voz, seas bienvenido a Arropando estrellas, un podcast de Bosquina Monzón.
En estos tiempos raros en los que vivimos, en los que a veces da la impresión de que todo el mundo es malo y de que solo suceden cosas terribles, es bueno recordarnos que no es cierto, o por lo menos, no lo es del todo. Lo malo siempre hace más ruido, llama más la atención y encima se adorna de morbosidad y crueldad. Pero a nada que nos fijamos, suceden cosas positivas y buenas, amigables, que nos hacen ver que no todo está perdido, que aún hay personas que aman, que creen en la amistad, personas de buen corazón. La próxima vez que salgas a la calle intenta ser más observador, abre bien los ojos, verás como ocurre algo positivo que llamará tu atención. A veces es tan fácil cambiar el día de las personas, tan fácil como utilizar una sonrisa o un buenos días. Últimamente me pasa, ya te lo conté, que me saludan por las mañanas personas que no conozco, no sé si es por ir caminando en ropa deportiva, si es por ir por los parques en los que generalmente tampoco hay muchísimas personas, pero el caso es que recibir en una ciudad que no es la que te conoce, el saludo de las personas con las que te cruzas, te pone de buen humor y te saca una sonrisa. Déjate arrastrar por esas buenas vibraciones, presta atención a las risas y haz como los niños, sonríe cuando te cruces con otros. Alguno pensará que estás como una cabra, pero otros, seguro te lo agradecen. Las cosas positivas hay que contagiarlas. Llena de color tus días y verás cómo cambias también, los días de los otros.
A veces pensamos demasiado en lo negativo y nos dejamos arrastrar. Hay momentos duros en la vida, muy duros, difíciles, pero hablo del día a día normal, en el que sin venir a cuento nos vemos rodeados de “hombres grises” como los que aparecen en el libro de Michael Ende, Momo, que se dedicaban a robar el tiempo de los otros. La amargura es una ladrona de tiempo y de vida, que puede consumirnos sin razón.
Como ya te dije alguna vez, desde que descubrí la canción de Efecto Pasillo “Cuando me siento bien” hace ya como seis años, los días que se acercan a mí los hombrecillos grises, los espanto con la repetición, casi en bucle, de la canción y soy incapaz de quedarme sentada, comienzo a moverme en la silla, y en un pispás estoy de pie, bailándola, pruébalo cuando estés triste sin motivo o cuando la tristeza se apodere de ti, la recomiendo siempre. Es necesario ver la vida con todos sus colores, sin dejarnos arrastrar por la oscuridad que nos inutiliza.
Vuelve a recordar lo que te hizo feliz, relájate regresando a la niñez, a esos niños felices de mi semáforo. Pinta la vida de colores, es necesario contagiar alegría de la buena al mundo.
No te robaré más tiempo por hoy, gracias por acompañarme. La semana que viene volveré a ser de nuevo esa voz que comparte un poco de su tiempo robándote un poco del tuyo y seguiremos, si quieres, arropando estrellas. Ahora, descansa.