Estos días de calor y sol que nos acompañan nos vuelven de nuevo a la vida. Se ve una actividad en la ciudad como hacía mucho tiempo no se veía. Da gusto perderse por sus calles.
Después de un largo letargo entre unas cosas y otras, volvemos a brillar. Salgo a la calle con ganas de ver cosas, de disfrutar del tiempo, del paisaje, de los edificios, de las exposiciones. Con la luz, siempre lo digo, el mundo se ve de otra manera.
Acomódate en el lugar que has elegido para escucharme. Respira profundamente sintiendo el aire que nos da la vida, mientras abres tu mente a la energía que aporta la luz del sol. Cierra tus ojos y siente mi voz. Acompáñame en mi paseo. Regálame un poco de tu tiempo. Siente la magia y permíteme atraparte con mi voz. Seas bienvenido a Arropando estrellas, un podcast de Bosquina Monzón.
Paseo y me voy encontrando cosas distintas. La ciudad ha cambiado, o quizás lo que haya cambiado, sea mi forma de mirarla.
Hoy he salido en busca de las exposiciones de la Biennale de Sydney y me he dirigido hacia uno de sus muelles, es un paseo que hago a menudo porque también es de los que bordean el mar. Las baldosas reflejan una luz interesante y al fondo la Ópera envuelta en mágicas nubes brillantes. Busco los reflejos en los cristales que me permiten ver la ciudad del revés, paso contenta por debajo del Harbour, siempre imponente, pensando que están tardando mucho en sacar los andamios y llego a una de las salas que alberga una de las exposiciones, es de esos edificios antiguos restaurados que pasaron de ser muelles de carga y terminal de pasajeros a centros recreativos con hoteles, restaurantes, viviendas y salas de exposiciones que han sabido mantener su encanto a través de los años.
Al entrar te encuentras de frente unas pantallas colgando del techo con imágenes del fondo marino y detrás unos murales aborígenes pidiéndonos que salvemos las islas, al tiempo que escuchas la voz de un famoso aborigen que te cede su nudo en la garganta mientras te pide responsabilidad con los océanos y el cambio climático.
En los muros del edificio están abiertas enormes ventanas que te asoman al momento presente desde el que puedes ver el Puente y pescadores intentando capturar algo.
Ovillos de lanas de colores llaman la atención por los dibujos que forman, al igual que los objetos que se muestran en el interior de una vitrina, dibujos cuyo soporte eran cosas cotidianas como botellas de detergentes y los de otra que me hicieron recordar a mi padre. Una de las pasiones de mi padre era la pesca y todo lo que conllevaba: horas en el mar o en el río y horas dedicadas a hacer sus propias “moscas” de todos los tamaños y colores imaginables y preciosas todas ellas; pues bien, otra de las vitrinas contenía peces de todos los colores y formas construidos a partir de ,posiblemente, cualquier cosa encontrada en el mar o en las playas, restos de esos que algunos intentamos recoger en los paseos de invierno por playas sin gente.
Pero lo que más me impresionó, soy gallega, no lo olvides, fueron unas telas enormes blancas manchadas de negro que forman una especie de cubículo en el que al entrar te secuestra un olor profundo a petróleo, a chapapote, que me llevaron a mi tierra y a los desgraciados accidentes de barcos petroleros que mancharon nuestras costas desde que tengo uso de razón, a esas imágenes trágicas que me infligen tanto dolor y tristeza. Es un olor muy característico y penetrante que no te abandona fácilmente y te recuerda lo vulnerables que somos y las decisiones personales que deberíamos tomar para evitar catástrofes.
Lo que desde lejos me pareció una enorme y preciosa foto del mar, me arrancó un “coño” de lo más profundo de mis entrañas, al acercarme y ver que no era una foto, si no un mural fabricado con esos hilos gruesos de plástico, o eso me pareció, con los que mis hijos cuando eran pequeños, hacían pulseras.
Y por último un experimento de una mujer que le canta a las focas mientras sujeta en sus manos una tela clarita con manchas oscuras, las focas se asoman a mirarla y escucharla desde el mar, al cabo de un rato ella entra en el mar y se convierte metida dentro de esa tela, en foca, bueno esto es resumido y sin pizca del romanticismo que desprende el audiovisual, que me pareció muy interesante y me sacó una sonrisa de nuevo.
Se hace ya tarde, me explayé demasiado. La semana que viene volveré a contarte cosas de Sydney y de estas exposiciones tan magníficas que estamos teniendo.
Espero haberte acercado a la Bienal y haber conseguido alejarte de la rutina y relajarte. Aquí te espero, en Arropando estrellas. Descansa.